Y dijo Dios:
Si nadie te llama,
mi alegría es amar.
Si lloras,
estoy deseando consolarte.
Si eres débil,
te daré mi fuerza y mi energía.
Si nadie te necesita,
yo te busco.
Si eres inútil,
yo no puedo prescindir de ti.
Si estás vacío,
mi plenitud te colmará.
Si tienes miedo,
te llevo sobre mis espaldas.
Si quieres caminar,
iré contigo.
Si me llamas,
vengo contigo.
Si te pierdes,
no duermo hasta encontrarte.
Si estás cansado,
soy tu descanso.
Si pecas,
soy tu perdón.
Si me hablas,
trátame de tú.
Si me pides,
soy don para ti.
Si me necesitas,
te digo: «Estoy aquí dentro de ti».
Si te resistes,
no quiero que hagas nada a la fuerza.
Si estás a oscuras,
soy lámpara para tus ojos.
Si tienes hambre,
soy pan de vida para ti.
Si eres infiel,
yo soy fiel.
Si quieres conversar,
yo te escucho siempre.
Si me miras,
verás la verdad de tu corazón.
Si estás en prisión,
te voy a liberar.
Si te quiebras,
te curo todas las fracturas.
Si te manchas,
no quiero que salves las apariencias.
Si piensas que soy tu rival,
yo no quiero quedar por encima de ti.
Si quieres ver mi rostro,
mira una flor, una fuente, un niño.
Si estás excluido,
yo soy tu aliado.
Si todos te olvidan,
mis entrañas se estremecen recordándote.
Si no tienes a nadie,
me tienes a mí.
Si eres silencio,
mi palabra habitará en tu corazón.
J. FERNÁNDEZ MORATIEL, OP
Para hacer
1. Leer el texto meditativamente. ¿Qué nos recuerda de nuestra vida? ¿Qué situaciones, actitudes, experiencias nos hace revivir? 2. Comunicar después, por rejas, algunas de esas vivencias. 3. Releerlo en forma de oración: concretar compromisos para llevar a la práctica. |