Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo.
Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las
primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son:
¡Él vive y te quiere vivo! (ChV 1)
Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien, denunciando y combatiendo todo lo que suponía una amenaza para la vida de las personas, para su dignidad y su libertad. Nos habló de su Padre, de su ternura y su misericordia. Su rostro nos reveló el rostro de Dios. Su vida fue mensaje liberador para los que aguardaban un gesto salvador del Dios de la promesa. Nos propuso una manera diferente de vivir. Una propuesta desestabilizadora que inquietó a los que vivían demasiado seguros de sí mismos y de sus convicciones.
El encuentro con Jesús alentó la esperanza en los corazones de cuantos vivían atenazados por la penumbra de una realidad mezquina y anhelaban una nueva situación en la que poder recuperar el futuro que el mal, la historia y los poderosos les habían arrebatado. Aquél que dijo de sí mismo que había venido para que tengan vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10), se dejó la vida en el surco del camino en libertad y por amor. Su muerte fue la expresión radical de una entrega generosa hacia la que apuntaban ya sus gestos liberadores: los ciegos ven, los cojos andan, recobran la palabra los mudos, a los pobres se les anuncia la buena nueva, ¡Dios está de nuestra parte!
La muerte de Jesús en la cruz no tendría sentido sin su vida y ésta –a su vez– sólo podía ser refrendada con la coherencia hasta el final de quien sabe que el grano de trigo, si no cae en la tierra y muere, no puede dar fruto. Pero Dios ha estado grande resucitando a Jesús de entre los muertos. Arrancándolo de los lazos del abismo, Dios da la razón a su Hijo y a su mensaje de liberación. ¡Cristo Vive! Y en él sabemos que el mal no puede prevalecer sobre el bien; que la muerte no puede aplastar a la vida; que el egoísmo ciego y destructor no es más poderoso que la solidaridad y la entrega. Hoy, desde las más profundas entrañas de la tierra una nueva creación nos anuncia que, para siempre, el amor-es-más-fuerte-que-la-muerte. Esta es nuestra esperanza. ¡Cristo Vive! Es la Pascua del Señor. En Él, la Vida es el futuro de Dios.
En este contexto pascual, hemos querido reflexionar en este número de MISIÓN JOVEN del mes de abril en torno al encuentro de Jesús, el Viviente, con los jóvenes. Nos hemos preguntado qué significa hoy la categoría encuentro en la experiencia de anuncio de la fe y en el acompañamiento de adolescentes y jóvenes desde nuestra propuesta pastoral. El encuentro con Jesús no es una idea o un recuerdo de un personaje histórico al que admiramos, sino con un alguien a quien experimentamos vivo, en la comunidad, en la escucha de la Palabra, en la fracción del pan, en los hermanos más pobres. El encuentro con Jesucristo vivo sana y libera. ¿Cómo proponer y vehicular esta experiencia en medio de tantos otros reclamos de salvación a bajo costo?
Proponemos tres artículos para afrontar algunas de estas cuestiones:
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En primer lugar, Juan José Bartolomé, reconocido biblista, nos propone una relectura interesantísima de los encuentros de Jesús con niños, adolescentes y jóvenes en los evangelios. Su estudio lleva por título Jesús de Nazaret y los jóvenes. El testimonio de la tradición evangélica.
Abel Domínguez, desde su amplia experiencia pastoral, reflexiona con nosotros en el artículo Jóvenes y Jesús: resistencias, dificultades y miedos para un encuentro complicado y prometedor, sobre las dificultades de los jóvenes hoy para el encuentro vivo con Jesucristo, Señor de la vida y de la historia.
• Juan Carlos Aonso, en su estudio Dios salva. Los jóvenes ¿quieren salvarse?, profundiza sobre el concepto teológico de salvación y nos hace una propuesta, desde la cultura juvenil, para iluminar la realidad y proponer caminos nuevos de acompañamiento en la fe.
En el apartado de colaboraciones, Anselmo Tomé nos propone una cuidada reflexión sobre el pasaje del camino de Emaús desde una propuesta de acompañamiento espiritual. Una reflexión iluminadora, de modo especial en estos días de cincuentena pascual. Deseamos un feliz tiempo de pascua a todos nuestros lectores. Esperamos que la reflexión que proponemos pueda seguir iluminando nuestra praxis para mediar el encuentro salvador de Cristo Jesús en la Iglesia de hoy, en medio de la cultura que habitamos.
José Miguel Núñez