Madre. Es su oficio, su vocación, su seña de identidad, su razón de ser. Madre de Dios y madre de todos los hombres. Madre, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año.
Amor. Su primer y único apellido. Y es que sin amor, despídete de entender a María, porque ella es precisamente eso, amor.
Reina. De corazones. Su trono es el corazón del hombre y sus súbditos, sus hijos, en especial aquellos cuyos corazones siguen siendo atravesados por la espada de la injusticia, del egoísmo, del odio, de la insolidaridad…
Intercesora. Por ti, por tu familia, por tus amigos, por tu gente. De hecho, María, no hace otra cosa que hablar a Dios de tus proyectos, de tus logros, de tus dificultades, de tus sueños, de tu vida.
Abierta. A los planes de Dios, a los planes de los hombres. Ella mejor que nadie comprendió que quien vive con los brazos abiertos, encuentra siempre a alguien a quien abrazar.
Don. Ofrenda, regalo. Pero, por favor, no os quedéis en el envoltorio. En el interior del papel, de las flores, de las grandes y engalanadas procesiones se encuentra lo más preciado de María: su corazón y su deseo de convertirse en compañera de camino.
Esclava. Y sin embargo fue la mujer más libre y liberada de la historia. Sabía que su felicidad pasaba inexorablemente por conjugar el verbo servir de rodillas.
Noble. ¡Sí, sí, no pongas esa cara! María pertenece a la familia de los desheredados, de los pobres, de los sin techo, de los emigrantes, de los hambrientos, de los últimos. A todas esas personas Dios las sigue concediendo el título de bienaventurados. ¡Y te aseguro que no hay título nobiliario que supere a ese!
Alegre. Aunque sigamos empeñándonos en representarla vestida de luto o bajo la cruz, el corazón de María chorrea alegría, felicidad, entusiasmo… ¿La fórmula? ¡Deja que Dios entre en tu corazón!
Zzzzz!!! Por mucho que la saques en andas, por mucha medalla, novena o letanía, si no dejas que María entre en tu corazón, corres el peligro de que se quede “dormida como un tronco” en medio de tu vida superficial y mediocre.
Abogada. Cuando las cosas se te compliquen, cuando pienses que no hay salida, recurre a María. Ella te defenderá y juntos podréis salir del atolladero.
Revolucionaria. No fue, ciertamente, María, una mujer muy dada a los sermones, a las largas peroratas, ni mucho menos, al marujeo. Sin embargo las pocas veces que “abrió la boca” fue para poner a cada uno en su sitio. ¿Qué no te lo crees? Lee Lc 1,46-55.
Enamorada. De la vida, de la naturaleza, de las pequeñas cosas de cada día. Enamorada especialmente de los hombres, de sus hijos, aunque, la verdad sea dicha, podría ganarse la vida “vendiendo calabazas en Haloween”. Pero no te preocupes, porque María, pase lo que pase, seguirá enamorada de ti.
Tuya!!! Sólo si tú quieres. Si lo deseas de corazón.
José María Escudero