Velad los sueños de ese niño,
de esa niña, que está naciendo.
Es tiempo de mantenerse vigilantes,
de acompañar la ola y la sangre.
Es tiempo de aguardar
con paciencia la noche,
hasta que despunte el alba.
Es tiempo de desplegar
las velas de la esperanza,
y de afilar con brío
la línea del horizonte.
Es tiempo de apagar la televisión
y encender el nuevo programa
del compromiso con espíritu.
Es tiempo de sumar brazos,
nostalgias, ilusiones, colores grises,
también blancos y negros.
Es tiempo de profundizar
y encarnar el corazón,
la amistad, el deseo,
la lucha, las manos, la fiesta.
Es tiempo de dar a luz
la luminosidad que estalla
desde lo más íntimo, muy adentro.
Es tiempo y posible otro tiempo,
otros sueños, otro mundo,
otra manera de ser,
de entendernos.
Es tiempo, hoy es el kairós,
no permitiremos que pase de largo
porque otro ser humano
llama a nuestra puerta.
No es ya tiempo de espera,
se acabó el “ya veremos,
quizá mañana”,
sin arribar nunca a ningún puerto.
Hoy, como un brote, una espiga,
un tallo nimio, una nueva creación,
como un nuevo y cálido big-bang,
estalla de colores y futuro,
de pan y esperanzas, de paz y aurora,
en las entrañas, en silencio,
la nueva Humanidad que por fin está surgiendo.
El reino de la justicia, la fraternidad y la ternura,
aquí, en nuestra misma Tierra.
Con un inmenso y ardiente fuego, en el centro.
MIGUEL ÁNGEL MESA
ECLESALIA, 5 de enero de 2003