Las estanterías de un videoclub no son más que una vulgar copia en miniatura de la cartelera cinematográfica de cualquier ciudad. Frente a los diez o veinte ejemplares de El señor de los anillos oMonstruos S.A., siempre en préstamo, languidecen otras películas menores (por su pegada comercial, que no necesariamente por su calidad), marginadas en los rincones más recónditos de los estantes. Entre las habituales superproducciones y la no menos múltiple morralla de la que se componen los fondos de toda tienda especializada en este asunto, un cazador astuto y paciente quizás pueda toparse con algunas joyas escondidas, de esas que en los cines no duran, si es que se estrenan, más de dos semanas. Veamos algunos de esos tesoros que en mis safaris de los últimos meses he encontrado. Reseñaré aquellos que mi olfato pedagógico ha hallado más sugerentes en el terreno que siempre nos ocupa, la educación de niños y jóvenes.
Si me tuviera que quedar sólo con una de mis “presas”, no dudaría en sugerir una película francesa titulada Recursos humanos. Esta cinta nos cuenta la historia de un joven estudiante de empresariales, hijo de un obrero, que entra a realizar las prácticas de su carrera precisamente en la fábrica en la que trabaja y ha trabajado toda la vida su padre. Su incómoda posición (por un lado, formará parte, aunque sea como convidado de piedra, de la directiva de la empresa con la que colabora; por otro, sus raíces proletarias le mantienen unido a la clase de la que proviene) dará lugar a un apasionante juego de tensiones y dilemas morales que, en última instancia, acaban por proponer un jugosísimo análisis del mundo laboral actual. Los sindicatos, los empresarios, el trabajo de los inmigrantes, los obreros a las puertas de la jubilación, los nuevos alevines del poder…, en fin, todos los integrantes de ese microcosmos de la empresa (metáfora, en fin, de la propia sociedad) desfilan por esta película y son diseccionados con ojo particularmente perspicaz.. Por si no fuera bastante Recursos humanos nos ofrece, además, una profunda reflexión sobre esa situación histórica inusitada y paradójica desde hace una par de décadas: el choque generacional, cultural socioeconómico que se produce entre padres obreros, deseosos de educar vástagos que mejoren su posición, e hijos universitarios, condenados a formar parte de una nueva burguesía y a renegar, por tanto, de sus orígenes.
Avancemos pasillo adelante: también recomiendo que os llevéis a casa, y luego hablamos, La bicicleta de Pekín, revisión oriental del clásico Ladrón de bicicletas. En este caso, dos muchachos se enfrentan por la posesión de una bicicleta. A uno de ellos se la robaron cuando la utilizaba como instrumento primordial en su trabajo de repartidor. Al otro, un adolescente conflictivo que sólo quiere el vehículo para divertirse con sus amigos, se la vendieron de segunda mano, sin que él supiera que era robada. La situación de estos dos muchachos de biografías, orígenes y vidas muy distintas (uno proveniente del pueblo, el otro natural de la gran ciudad; uno, obrero y otro, estudiante, cada uno con valores diametralmente opuestos a los del otro) y su progresiva aproximación (se verán obligados a compartir la bici cuando descubren que, en el fondo, es de los dos) sirven al director para abordar de forma muy atinada esas dos concepciones de la vida (vida como sacrificio, lucha, esfuerzo, dureza, versus vida como comodidad, diversión, capricho y ligereza) cuya contraposición no es nada más que una revisión del eterno conflicto entre lo viejo y lo nuevo, entre lo rural y lo urbano, entre la sociedad de nuestros padres y la nuestra, entre el norte y el sur… Mucha tela pedagógica que cortar, en definitiva.
Seguro que no tienes problemas para alquilar la única copia de Ghost World de tu videoclub, una interesante adaptación de un cómic norteamericano a propósito de dos adolescentes bastante excéntricas que no se integran en el mundo que las toca vivir. Con una visión crítica muy cercana a la acidez de obras como American beauty o Happyness, el singular retrato de estas muchachas puede servirnos una vez más para conocer la mentalidad desazonada de aquellos seres humanos (todos nosotros lo hemos pasado) que se debaten entre una infancia abandonada a duras penas y una adultez difícil de aceptar.
La zona gris es la enésima revisión del holocausto judío, aunque desde una perspectiva, si cabe, más desesperanzada, sangrante y terrible: la de aquellos judíos que, en los campos de concentración, ayudaron en los trámites del exterminio de sus iguales a los verdugos nazis a cambio de unas ligeras ventajas en su encerramiento, nunca suficientes para esquivar su propia muerte. Se trata de una película oscura, con una leve veta de esperanza en el desenlace, y, por su dureza, indudablemente motivadora.
Porque no falte de nada y aunque sea en plan telegráfico, no quiero olvidarme de Escalofrío, una singular cinta de terror a propósito de un hombre que cree que Dios le ha convertido en su brazo justiciero aquí en la tierra, por lo que se dedica a exterminar a todos aquellos hombres y mujeres que Aquel le señala. Por presentarnos una supuesta imagen de la divinidad en clave fantástica (no destriparé el final, que se las trae) y por constituir una película de género estupenda os la recomiendo vivamente. También en Sin noticias de Dios se apuntan ciertas ideas sobre la divinidad, sobre cielo e infierno, que vuelven esta obra, fallida por pretenciosa, algo al menos curioso y digno de un par de horas de religiosa atención.
En vídeo está también, a ver si la encontráis, En tierra de nadie, la ganadora del Oscar a la mejor película extranjera de este año. La situación absurda de un servio y un croata caídos en la misma trinchera y la inútil mediación de las fuerzas de pacificación de ONU convierten esta tragicomedia en un desencantado repaso tanto del entramado político, a veces obsceno, que siempre soporta, complica y vuelve esperpénticas las guerras, como del odio irracional y sin razón que las ceba. Una película a la que volveré en enero, pues se trata de una obra riquísima para abordar el tema de la paz.
Y mucho más: en vídeo están películas aquí ya comentadas, como Kandahar, El círculo, Código desconocido, Ni uno menos, En construcción… En vídeo están obras bienintencionadas aunque poco logradas como Solo mía (sobre el maltrato conyugal) o Salvajes (el mundo de los violencia urbana). Termino con tres recomendaciones caprichosas para degustadores de buen cine: Mullholland drive (el último Lynch, una película sólo aparentemente críptica: además, aunque a alguno le resulte incomprensible, sus imágenes hipnóticas harán banal incluso la necesidad de entender), Adios, tierra firme e Iris. Que os aproveche.