Sueños de Ia marisma

1 julio 1998

Hasta la cripta de los antiguos duques de Medina Sidonia, oculta bajo el palacio de Do­ñana, llegó un desconocido y penetrante olor. Habituados a percibir los aromas montaraces de las dunas, el matorral y la marisma, des­pertaron de su sueño de 400 años y se irguie­ron al unísono, saliendo al exterior cuando el cielo era una hoguera apagada, donde crepi­taban los rescoldos de las estrellas.

Los duques, ella doña Ana de Silva y Men­doza, que diera nombre al afamado coto, ha­bíanse recluido en el palacio que mandaran levantar en los confines de sus dominios, pa­ra enterrar la amargura de sus vidas rotas. Con ingrávido paso surcaron la marisma en dirección al extraño hedor, más intenso a me­dida que se acercaban. Al llegar al caño Gua­diamar, la luz de plata de la luna les mostró el origen de la tufarada: el caño y todo su en­torno bajaban tintados de lodos negros y ma­lolientes.

-Desde que bajo mi mando se perdió en infausto día la Armada invencible, no había visto un desastre semejante -se escandalizó el duque.

–Corroboro lo dicho -apuntó una grave voz a su espalda. Era el rey tartésico Argan­tonio, recargado de joyas y de siglos-. Sólo recuerdo una avenida semejante cuando se desbordó el Guadalquivir y sepultó nuestra bella capital de Tartessos, que andaba por aquí cerca.

-¡La Atlántida!, ¿no es cierto? -inquirió curiosa la duquesa.

-Cierto, que yo pude palpar los restos de aquella catástrofe cuando recalé aquí en una

de las estadías de mi famosa odisea. Pero aquella riada era de agua, no de barros féti­dos -y quien hablaba así era el gran viajero Ulises.

-Huelen con tal vigor que he tenido que interrumpir el retrato que estaba pintando y venir a ver de qué se trataba -apuntó el re­cién llegado.

-Y me habéis dejado a medio dibujar, se­ñor Goya –dijo la duquesa de Alba, procu­rando tapar su cuerpo de seda con una sába­na.

-¿Se podrá hacer algo? -la voz de doña Ana derramaba desesperanza.

En ese momento, una refulgente figura pa­reció brotar desde el horizonte y avanzar co­mo flotando sobre el sueño. Todos los pre­sentes quedaron admirados al reconocer a la Virgen del Rocío. Se dirigió a ellos y les habló muy suavemente, con ademán afligido.

Llevo mucho tiempo viendo cómo los hombres vienen sometiendo a las marismas a su capricho. Antes llegaba franca hasta Sevi­lla. Después la han acotado, sembrado y cuarteado una y otra vez. Y ahora, esto. Así que he resuelto dirigirme a los hombres y pe­dirles que no vuelvan a citarme en sus coplas como la Reina de las Marismas. Que no me canten más, porque Yo no puedo reinar sobre el egoísmo y la destrucción.

Y se alejó de nuevo, hasta que su albo man­to se fundió en la negrura de la noche, y los personajes de la Historia de Doñana dejaron el lugar y regresaron tristes a la frialdad de su descanso eterno.

BORJA CARDELUS

 

PARA HACER

  1. Este texto, que hemos llamado parábola, fue publicado en «El Mundo» (20.5.98) se refiere al hecho de que tonela­das de residuos tóxicos invadieran en la primavera de 1998 ;parte del parque de Doñana, el mejor espacio natural de Europa, al derrumbarse una presa cercana de la mina Boliden. La figuración de la parábola es preciosa: los perso­najes de la historia que pisaron aquellas tierras son testigos del desastre, salen del sepulcro y manifiestan sus opi­niones. Situar a cada personaje dentro de la historia y ampliar su posible opinión.
  2. ¿Qué nos parece la intervención de la Virgen del Rocío? ¿Cuál sería hoy el auténtico milagro ecológico y de quien depende? ¿En qué medida depende de cada uno?
  3. Imaginar que la Virgen se aparece en otros lugares o circunstancias y deja su mensaje: a los políticos, a los empresa­rios, a los obispos, a…
  4. Unir este texto a la propuesta y a la imagen y poema de las cuatro páginas siguientes y trabajar con ellos conjunta­mente.

 

 

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