- Nada más que oigas el despertador y antes de incorporarte de la cama…, ¡sonríe!, sonríe mucho, sonríe con ganas…
¿Que no tienes ningún motivo? ¿Te parece poco el estar vivo?
- A continuación adecenta tu corazón. Seguramente se encuentre despeinado y con alguna que otra legaña.
Dale una buena ducha de alegría, de vitalidad y de optimismo.
- Antes de salir de casa renueva los vasos sanguíneos con litros y litros de amor.
Desayuna una buena dosis de ilusión mientras tarareas al corazón tu frase favorita: “Hoy va a ser una gran día.”
- No vayas pensando ya en el trabajo de hoy o en el examen que tienes a última hora. El corazón necesita adaptarse poco a poco.
Enséñale a disfrutar de los pequeños detalles. El ascensor, la parada del bus, el parque del barrio… son lugares privilegiados para que tu corazón se explaye.
- En tu centro de operaciones (trabajo, instituto…), pon a tu corazón el uniforme apropiado.
No, no el de siempre; vístele radiante, de gala, de fiesta, de domingo.
- Controla en todo momento los factores de riesgo.
Combate el estrés a base de vida, de mucha vida.
Vive tu trabajo, vive la amistad, vive las cosas bien hechas…, en definitiva, vive el día de hoy y no dejes que el día de hoy te viva a ti.
- Otro factor de riesgo es la rutina. Es importante que, a menudo, revuelvas los cajones de tu corazón.
No te acostumbres “a lo de siempre.” Reinventa tu vida y no dejes de echar en tu corazón unas gotas de creatividad, de originalidad y, por qué no, de utopía.
- A menudo tu corazón necesita de unas pastillas que, por cierto, son muy difíciles de adquirir en nuestra sociedad. Las pastillas del silencio.
Deja que tu corazón escuche la hermosa melodía que Dios le pone. Ya verás qué bien os viene a los dos.
- Dale a tu corazón un pequeño vicio: ¡déjale soñar! Además, me imagino que quieras tener una vida saludable ¿no?…
Pues debes saber que en una persona aparecen los achaques cuando desaparecen sus sueños.
- Y una vez que estés en la cama, repasa con tu Cardiólogo el día transcurrido.
Ya sabes que el corazón tiene su propia agenda y, aunque esté muy ocupada, siempre deja un tiempo reservado para Él.
Ah, y antes de que te venza el sueño, vuelve a sonreír y date un aplauso o un “tirón de orejas” según cómo hayas tratado a tu corazón.
José María Escudero