- No cambiar
No se ha de pretender transformarse en la persona que nunca se ha sido. Conviene observarse detenidamente a uno mismo y, con ayuda de lápiz y papel, separar las razones que añaden felicidad de las que la restan.
- Mantener la serenidad
Los problemas se pueden transformar en felicidad. Es necesario afrontar con serenidad los problemas, mantener bajo control las emociones que provocan los conflictos y no dejarse desbordar por un revés, aunque parezca que se hunde el mundo. Ejercicio: recordar un suceso que hace 3 ó 5 años nos pareció catastrófico y ver lo que nos parece ahora.
- Reducir los puntos ciegos
«Puntos ciegos» son las «mentiras vitales» (Ibsen) que cada uno se cuenta a sí mismo para evitar los sucesos que pueden desmontar toda una estructura vital. Es necesario administrarlos con cuentagotas y no correr un tupido velo demasiadas veces al día para no caer en patologías.
- Vivir el presente
Saborear el día a día sin anclarse en el pasado, recordando momentos en que nos sentimos radiantes y felices, y sin fantasear con que el futuro nos proveerá de todo lo que deseamos.
- Introducir novedades
Sorprender a los demás y a uno mismo con pequeñas novedades que, con imaginación, harán la vida más interesante y agradable: una tarde para uno solo, una escapada al campo o a la ciudad, una cena especial, el recuerdo de los juegos de la infancia.
- Permitir las emociones
Permitir las emociones, también las negativas (dolor, ira, tristeza, soledad, desánimo…) pues forman parte de la vida diaria. En vez de recrearse en ellas, encajar y permitir que fluyan. Sentirlas para desprenderse de ellas.
- Potenciar el amor auténtico
El sentimiento del amor genera efervescencia y complicidad y asegura la felicidad. Ha de ser un amor auténtico, no el posesivo (celos enfermizos, egoísmo y necesidad patológica de poseer a la otra persona).
- Mantener la actividad
La actividad es básica para sentirse bien. Aunque las circunstancias sean adversas, siempre es posible hacer algo: llevar a cabo aquello con lo que siempre se soñó, desarrollar las aficiones personales.
- Vivir con optimismo
Desde niños hay que saber aceptar que las cosas no siempre son como uno desea. Conviene aprender a vivir con optimismo y a gestionar la frustración para no minar la salud y las relaciones con los demás.
- Actuar con naturalidad
La felicidad precisa de frescura y de cierto equilibrio, responsabilizarse de la propia vida y hacerlo sin artificios. Es necesario estar de acuerdo con las propias convicciones sin avergonzarse de uno mismo (para eso está la autoestima) ni encorsetarse o tomar falsas poses.
Herminio Otero (A partir de Pilar Portero, La Revista, 20.9.98)
Para hacer
1. Antes de nada, se ha de recordar que no hay fórmulas milagrosas ni varitas mágicas para la felicidad. Sólo se requiere pensar, sentir y actuar de acuerdo a los valores que cada uno considera primordiales, ya estén basados en la ética, en la religión o en el amor. Antes de nada, pues, ¿cuáles son nuestros valores primordiales? ¿Cómo nos ayudan a ser felices? 2. Revisar nuestra persona a partir de cada punto del decálogo. ¿Actúo yo así? 3. Comprometerse: ¿Qué debo hacer en cada caso para lograr ser más feliz? Concretar alguna acción específica. |