¡Jesús ha resucitado! ¡Jesús ha vencido a la muerte! Y sin embargo parece que todo sigue igual, incluso peor… Hemos acompañado al Señor durante cuarenta días, hemos cargado con su cruz, hemos vivido intensamente el triduo pascual… ¿Y ahora? ¿Ahora toca descansar?
Amiga, amigo: nos encontramos en el momento más importante en la vida de un cristiano. Ha llegado el momento de reaccionar, de ponerse en camino, de experimentar la alegría de los resucitados… Insisto de nuevo: ¡Jesús ha resucitado! “Por Dios, y nunca mejor dicho, ¿qué haces ahí parado?” |
- Sal corriendo y comprueba que no está muerto, que vive (Jn 20,1-9). No es el momento adecuado para las lágrimas, tampoco para llevar flores a su tumba. El Señor ha cambiado de casa, ha hecho mudanzas, del sepulcro se ha colado directamente en tu corazón.
- Oye cómo te llama por tu nombre (Jn 20,10-18). Jesús te llama; anda, vete y díselo a tus hermanos: He visto al Señor, está vivo, ha cumplido su promesa, no nos ha fallado, me ha sonreído, me ha abrazado, me ha reconocido… ¡Me ha llamado por mi nombre!
- Salta de alegría (Jn 20,19-21). Abre las puertas de tu vida. Jesús quiere entrar en ti, quiere hospedarse en tu corazón, al lado de tu gente. Se acabaron los miedos. Descorcha lo mejor de ti y que corra la alegría.
- Recibe su aliento, su espíritu (Jn 20, 22-33). El espíritu pascual. Su fuerza, su alegría, su Palabra, su Vida. Verás cómo tu corazón se llena de su amor y nunca más volverás a ver el vaso (tu vida) medio vacío, sino lleno, pleno, rebosante…
- Toca sus llagas (Jn 20, 24-29). Mira a tu alrededor Deja de contemplar tu ombligo de hombre viejo y observa a tu alrededor: las llagas de Cristo son inconfundibles. Acerca tu vida a la de tus hermanos más necesitados y comprobarás que Jesús vive en cada uno de ellos.
- Echa la red (Jn 21,1-9). Tu vida debe cambiar. Debes dar paso al hombre nuevo. Seguirás pescando, estudiando, trabajando… Sin embargo, si confías en Él, tu vida, tus redes, tus estudios… se llenarán de tal cantidad de bendiciones que… ¡Haz la prueba!
- Abre tus ojos y tu corazón y reconócele en la Eucaristía (Jn 21,10-13). Jesús ha querido quedarse contigo en un trozo de pan… Cambia el menú de tu corazón. El Señor saciará, y de qué forma, tu hambre de justicia, de paz, de felicidad, de amor.
- Manifiéstale tu amor (Jn 21,15-19). Una, dos, tres, las veces que sean necesarias. Cada vez que cuides de tus hermanos más débiles, cada vez que te ocupes y preocupes de tus hermanos más pequeños, estarás diciéndole al Señor: “Sí, te quiero.”
- Conviértete en su discípulo amado (Jn 21, 20-22). Sigue recostándote en su pecho. Jesús te ha escogido a ti para que lleves a cabo su misión: la de construir un mundo más justo, más fraternal, más humano. No mires para otro lado: ¡Eres tú su amigo predilecto!
- Mantén encendida la luz de su Palabra (Jn 21, 24-25). Pasa a ser Evangelio de Jesús, Buena Noticia del reino. Sigue escribiendo, a través de tu vida, nuevos capítulos de la historia más hermosa de la humanidad.
José María Escudero