EL GRITO DE GUERRA DE MARÍA

1 mayo 2011

En un mundo en el que se valora la grandeza de una persona

por los títulos que posee, por las apariciones en los medios públicos

o por el grosor de billetes que guarda en la cartera…

enséñanos, María, a gritar contigo:

Proclama mi alma la grandeza del Señor.

 

En un mundo lleno de alegrías efímeras, en el que las personas seguimos

buscando la felicidad a escasos centímetros de nuestro propio ombligo…,

enséñanos, María, a gritar contigo:

Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

 

En un mundo en el que la humildad, los últimos puestos, el anonimato

o el trabajo desinteresado los ostentan personas que son tildadas de “pobrecitos”…,

enséñanos, María, a gritar contigo:

Porque ha mirado la humillación de su esclava

 

En un mundo que aplaude y pasa la mano por el hombro a aquellas personas

que siguen tras las huellas del todopoderoso éxito o poder…,

enséñanos, María, a gritar contigo:

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.

 

En un mundo tan acostumbrado a confundir la misericordia de Dios

con tener un chalecito en la costa, un “peazo” coche o un nuevo modelito

a estrenar cada semana, y somos incapaces de reconocer el amor de Dios

en las pequeñas cosas de cada día…, enséñanos, María, a gritar contigo:

Su nombre es santo y su misericordia

llega a sus fieles de generación en generación.

 

En un mundo en el que hemos olvidado quiénes son

los auténticos bienaventurados de Dios,

y seguimos echando cantidades industriales de azúcar a las palabras del Maestro,

para que no alteren, ni una pizca, nuestro biorritmo de cristianos cumplidores…,

enséñanos, María, a gritar contigo:

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

 

En un mundo al que no parece interesarle rescatar

“la memoria misericordiosa de Dios” y preferimos mandarle al cielo

con una pensión-limosna por los servicios prestados,

en lugar de reconocerle cada día caminando a nuestro lado…,

enséñanos, María, a gritar contigo:

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abrahám y su descendencia por siempre.

José María Escudero

 

 

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