El secreto de la isla de las focas

1 octubre 1997

[vc_row][vc_column][vc_column_text]El secreto de la isla de las Focas es un hermoso cuento de hadas celta, con un trasfondo político su­tilmente insinuado (la lucha por la independencia de Irlanda) y un mensaje ecológico que adquiere senti­do pleno en el desenlace final: la necesidad de re­gresar a los orígenes de la civilización (los mitos, las leyendas) y de la existencia (el contacto directo, con­fiado y solidario con el medio) para encontrar allí nuevas fuentes de sentido para la vida; fuentes que nos permitan encarar con cierta dignidad y esperan­za el fin del milenio. Por su interés, resumiremos bre­vemente el argumento del film: Fiona, la niña prota­gonista, vive en las costas irlandesas, en un pueblo de pescadores. A la muerte de su madre, su padre decidió hacerla regresar de la ciudad donde él traba­ja a esa tierra para ser criada por sus abuelos.

En este ambiente, la aventura de Fiona consistirá en ir descubriendo paulatinamente las historias y los mitos que explican el sentido de la vida y el va­lor de la muerte en ese rincón privilegiado del pla­neta. Todas las leyendas participan de un mismo denominador común: el entendimiento, la mutua dependencia entre los seres humanos y la naturale­za (encarnada durante toda la película en la omni­presente figura de las focas) como energía motora de la existencia.

Entre esos relatos que salpican la película des­cubriremos uno extraordinariamente real y todavía inconcluso: aquel que describe cómo, hace tan so­lo un par de años, la familia de Fiona vivía en la lla­mada «Isla de las Focas», un enclave paradisíaco, cercano a su actual residencia, que debieron aban­donar precipitadamente en circunstancias poco claras (¿penuria económica, deseos de medrar, miedo a un desastre natural…?). En su huida, el hermano pequeño de Fiona desapareció en el mar, arrastrado en su cuna por la marea.

Con este planteamiento argumental, el relato gi­rará en torno a esas historias legendarias sobre el origen de un pueblo que los personajes narran a la niña, mientras ella, con la conciencia alimentada por todas estas fantasías extrañamente reales y si­guiendo la lógica mágica de los cuentos escucha­dos, se empeña en reencontrar al hermano, su­puestamente custodiado durante este periodo de tiempo por una manada de focas, quienes lo devol­verán a sus parientes en cuanto estos retomen a la isla de la que huyeron. En el fondo, Fiona procura culminar con éxito el único relato planteado en la película que carece de final.

La historia concluye con la recuperación del niño (criado, efectivamente, por las focas) tras el regreso de toda la familia a la isla. Este desenlace permite que mitos y realidad se fundan armónicamente pa­ra completar así el itinerario de un doble retorno: por una parte, la vuelta de una cultura y sus creen­cias a sus raíces míticas; y, por otra, el retomo de unos seres humanos desde la civilización a la natu­raleza en estado puro (la isla).

El panorama cinematográfico internacional reco­ge pocas obras donde el tema ecológico esté trata­do combinando a un mismo tiempo la sencillez del mito y la profundidad de la ideología con tanta efi­cacia como en esta pequeña pieza maestra. Habría que recurrir a títulos clásicos como los documenta­les de Robert J. Flaherty Nanuk el esquimal, Hom­bres de Aran o las magníficas Dersu Uzala, Los dientes del diablo o ¡Qué verde era mi valle! para re­encontrar esta, hoy por hoy, inhabitual sincronía en­tre ser humano y medio ambiente que emana de este filme. Ni Jugando en los campos del Señor, ni Los últimos días de Edén, ni la serie de pseudocu­mentales con estética de videoclip, que culminan en Baraka pasan más allá de utilizar el ecologismo co­mo un mero barniz. Tal vez Tasio, la película de Ar­mendáriz, o Hatschipuh (una fábula ecologista ale­mana que mezcla dibujos animados e intérpretes reales) sean los únicos filmes de los últimos quince años dignos de situarse en la estela de la obra co­mentada, por su apego a la realidad, por su capaci­dad para retratar a un mismo tiempo y de forma in­disoluble al hombre y al medio en el que crece.

El secreto de la isla de las focas puede dar pie para abordar temas tan variados y sugerentes co­mo el ya mentado ecologismo, el origen de los pueblos y las culturas, las narraciones populares y los mitos, los límites entre realidad y fantasía… Por si esto fuera poco, el atractivo de la cultura retrata­da (de raigambre céltica) y una banda sonora parti­cularmente deliciosa recomiendan el aprovecha­miento pedagógico de esta joya.

Jesús Villegas

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