No había transcurrido ni media jornada cuando Dios había concluido su obra maestra: sus hijos… El ángel encargado de acompañar a Dios en la tarea de la creación se frotaba las manos tatareando su canción preferida y pensando para sus adentros: “Qué bien, al fin voy a tener toda una tarde libre para descansar…”
Sin embargo Dios, después de comer, reanudó su tarea ante el cabreo del ángel que no entendía nada:
–Señor, ¿no habíamos acabado ya? ¿No sería mejor dejar lo que queda para otro día…? Además ya has creado tu obra preferida, la que tantos quebraderos de cabeza te ha ocasionado… ¿Qué pretendes ahora?
Dios le miró con ternura mientras le hacía ver que faltaba algo más: quedaba crear al ser más hermoso de toda la creación…
El ángel, que sabía “lo cabezota” que podía llegar a ser su Señor, no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra…
Así que en un santiamén ya estaban los dos en el “centro de operaciones.” El ángel esperando recibir órdenes y Dios, más ensimismado que nunca, comentaba cómo iba a ser esa persona que tanta dicha parecía ocasionarle…
–Va a ser una persona cuya mirada brote de su mismo corazón, una persona que no utilice sus ojosúnicamente para ver, sino sobre todo para abrazar, para querer, para ayudar. Sus mejillas tienen que ser fuertes y a la vez tiernas, dispuestas a curar tanto llanto y sufrimiento como la pueda venir. La pondremos también una voz de domingo, de fiesta, una voz que invite a la alegría. Sus pies, delicados y ágiles, capaces de pisar sin pisar, capaces de solucionar los problemas y “darse a la fuga” sin que nadie pueda aplaudirla o vitorearla. ¿Sus manos? Sobre todo que sean humanas, muy humanas, “de todo a 100”, que sirvan para todo, que limpien, que recen, que curen, que desprendan calor, mucho calor humano. En cuanto a sus labios, que sean muy especiales, de manera que cuando el llanto y la desesperanza hagan acto de presencia, sus labios se conviertan en un surtidor de sonrisas capaz de abastecer y contagiar a cuantos se acerquen a ella. Y por último su corazón, un corazón grande, muy grande, tan grande que sea motivo de estudio de multitud de cardiólogos. Un corazón unifuncional: que sólo sirva para amar… Ah, y la prueba de que éste funciona serán las arrugas, sí, puñados de arrugas que irán surgiendo en su rostro, y que ni la más avanzada de las cirugías será capaz de acabar con ellas…
* * *
De esta manera fue cómo Dios creó al ser más hermoso de todos los creados, y fue tal la emoción que se apoderó del Creador que no sólo se conformó con darle unos ojos, unos pies, unos labios, un corazón, sino que sobre todo le concedió el enorme privilegio de concebir en sus entrañas su tesoro más preciado: su Hijo.
“La primera oración que hago cada día nada más levantarme
es contar cada una de las arrugas que adornan tu rostro…
Hay días que la emoción me embarga y pierdo la cuenta…,
y es que debes saber que cada una de tus hermosas arrugas
es una señal que Dios pone en mi camino para que no me pierda
y sepa siempre dónde encontrar el Verdadero Amor…
¡Gracias, Madre!”
J. M. de Palazuelo