María dijo: Aquí está la esclava del Señor,
que suceda según dices.
Y en ángel la dejó. (Lc 1, 38)
Amiga, amigo, no te asustes; la imagen que vas a obtener, si te sometes a esta prueba, no requerirá atención médica ni, mucho menos, deberá pasar toda una mañana en el hospital… Se trata de una radiografía del corazón, una técnica de rápida, segura y fácil realización. Tan sólo tienes que contrastar la imagen resultante con la placa de María de Nazaret.
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Antes de pasar a la prueba, lee con atención: Lc 1,26-8. |
La radiación incidirá directamente sobre “los síes” que, cada día, das al Señor, valorando si se trata de un sí grande, altruista, auténtico o, por el contario, un sí pequeñito, rácano, lleno de pretextos y evasivas… Con el diagnóstico resultante podrás poner soluciones, pues del grado de generosidad de tu sí, dependerá en gran medida el grado de felicidad que alcances en tu vida… ¿Preparado?… ¡Pues, adelante!
Bueno, sí pero no. María podría haber cerrado a cal y canto las puertas de su hogar y, lo que es peor, de su corazón, y el ángel hubiera tenido que regresar con las manos vacías. María se hubiera quedado tan tranquila, de hecho, a ella nadie la había informado de nada…
Y tú… ¿en tu hogar, en tu colegio… recibes la visista de Dios, oyes su llamada, o haces oídos y corazón sordo?
Es cierto, María recibió la visita del ángel pero apenas salió de su alcoba, podría haber dicho: “Si te he visto, no me acuerdo.”
Y tú… ¿tienes buenas palabras para Dios que se quedan en eso, en palabras vacías, en palabras de cumplimiento (cumplo y miento)?
María podría haber escuchado su llamada, incluso el mensaje que la traía el ángel no la disgustaría del todo, pero… quizá en otro momento, tal vez dentro de unos años, a lo mejor si hubiera venido antes…
Y tú… ¿cuántas excusas pones a los planes que Dios tiene sobre ti?
A María la sedujo lo que la comunicó el ángel… ¡Estaba decidida! Pero antes, podría haber pedido un tiempo para informar a sus padres, al bueno de José y, sobre todo, para poder negociar las cláusulas con Dios… ¿Era lo mínimo, no?
Y tú… ¿te fijas muy a menudo en la letra pequeña para con Dios? El Señor te fascina, pero… hay que pensárselo y mucho, ¿verdad?
Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices. María se lanza a la obra de Dios sin saber nadar, sin flotador y sin la presencia de socorristas… María sabe que Dios, que la ha llamado, no va a dejar que se ahogue… María confía plenamente en Él…
Y tú… ¿te fías de Él? ¿Estás convencido que la presencia de Dios en tu vida es lo más importante que puede sucederte? ¿Dejas que Dios revuelva, a su antojo, los cajones de tu alma?
José María Escudero
