Ellas no existen

1 marzo 1997

[vc_row][vc_column][vc_column_text]La mujer bandera es una señora que llama mucho la atención por sus atributos físicos desmesura­dos e inalcanzables, es decir, -y de ahí su nombre- una especie de bandera con cachas que le saca la cabeza al común de los mortales masculinos. A diferencia del hombre bandera, cuyo éxito no depende de las medidas, la mujer bandera necesita el exceso para triunfar: exceso de altura, exceso de contor­no, exceso de fémur, exceso de colágeno, exceso de exceso. El hombre la contempla con una suerte de perplejidad rayana en la impotencia, lo que rápidamente se traduce en encogimiento y más tarde en claudicación. Claudicar viene de Claudia Schiffer […].

La mujer bandera queda muy bien para guardarla en un póster, pero entenderse con ella acarrearía las mismas complicaciones que entenderse con un legionario (mal comparado, compréndanme). Las mujeres bandera no han sido pues inventadas pensando en los hombres, sino en las propias mujeres, a quienes se machaca sin piedad con la constante presión de estos modelos estéticos. Seguramente es una nueva variante de sometimiento, una implacable arma de venganza (no olvidemos que ellos or­ganizan los casting y las ferias del miserío) para mantenerlas atrapadas en su atávica inseguridad.

Una mujer normalita siempre puede aspirar a mujer cuota (ahí está Loyola de Palacio, sin ir más lejos) pero difícilmente a mujer bandera. Se trata de una simple cuestión estadística: de cada millón de seño­ras, sólo una mide dos metros y puede permitirse el lujo de comer un kilo de cruasanes sin que se le disparen las pistolas. Las mujeres ya han logrado el reconocimiento de la inteligencia, pero se les ha puesto más alto el listón de la belleza, que es el sentido total, la virtud máxima, el don de dones. Ahora que la vida ya está llena de madames Curie, se imponen las top model. Por fastidiar, mayormente […].

Tal vez no sean más que un espejismo, un insulto para recordarnos a las demás que, seamos como seamos y hagamos lo que hagamos, nunca daremos la talla.

Las imágenes repetidas de las top model se ceban en la población femenina, tan vulnerable a las modas. La anorexia, una enfermedad desconocida hace apenas veinticinco años, es un ejemplo de la crueldad de los nuevos imperativos estéticos. Los regímenes de adelgazamiento son cada vez más ra­dicales; las siliconas, mas abundantes; y los arreglos a cargo de un cirujano plástico que pone de aquí, quita de allá y rebaña un poco de todas partes, más necesarios.

Las mujeres vamos camino de convertirnos en muñeconas ortopédicas articuladas con media doce­na de tornillos. Si eliminamos las hombreras de los trajes, recuperamos el viejo caballete de la nariz y alimentamos la celulitis limada a fuerza de mesoterapias, seguramente nos encontraremos a nosotras mismas. Pero, maldita sea: el reconocimiento de las deficiencias propias no es precisamente el mejor camino de la felicidad.

Carmen Rigalt

«La Revista», Enero 97

PARA HACER
  1. El 8 de marzo se celebra elDía de la Mujer Trabajadora.Ténganse en cuenta para esta fecha este texto y los de las dos páginas siguientes. A la vez son textos para tener en cuenta cualquier día del año.
  2. Subrayar aquello con lo que se esté de acuerdo y con lo que no. ¿Qué recalca cada uno? ¿Hay dife­rencias entre lo que subrayan chicos y chicas?
  3. Buscar datos y hechos que confirmen que «las mujeres ya han logrado el reconocimiento de la inteli­gencia pero se les ha puesto más alto el listón de la belleza…»

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