ES OBLIGATORIO… | ESTÁ PROHIBIDO… |
Entrar con el corazón vestido de fiesta. Usar las mejores galas; nada de Nike,Adidas o Springfield. Mira bien la etiqueta, en ella debe poner bien claro: “Alegría”.
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Entrar con “las mismas pintas de siempre.” Con el pantalón de la rutina, con la camisa de “a ver cuándo acaba esto” o con los zapatos de “vaya tostón.” |
“Olvidarse de fichar.” Nadie te ha puesto “una soga al cuello” para que asistas. | Mirar la hora, poner cara de circunstancias o estar pensando en lo que tienes que hacer en cuanto salgas.
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Divertirse. El 99% del mensaje de Jesús se puede escuchar sonriendo. | Aburrirse. No pongas de excusa al cura o al catequista… Con Jesús la diversión está asegurada.
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Cerrar los labios y abrir de par en par el corazón, pues Jesús tiene que decirte algo muy importante. | “Darle al palique” con la persona de al lado. Si quieres hablar del tiempo o de fútbol, hazlo con Jesús.
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Pedir a Dios todo lo que quieras (bueno, sin pasarse) con la confianza de que Él te escucha en todo momento.
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Pedir a Dios resignadamente, a ver “si suena la flauta.” |
Sentirte como en tu propia casa y sentir a los que están a tu alrededor como tus propios hermanos.
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Sentirte como un niño en una reunión de adultos o como un adulto en un corrillo de niños… Sentirte raro, fuera de lugar. |
Cantar, rezar, gesticular… Si lo haces mal, no te preocupes: a Jesús le encantas. | Mantener en silencio tu corazón y tus sentimientos, no sea que vayas a “meter la pata”.
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Resetear tu corazón y echar en la papelera todos tus pecados, todos tus rencores, para salir “hecho un pincel”. El pincel de Dios. | Tomarse el tiempo que estás como un paréntesis que no afecta para nada tu vida y no va a tener ningún tipo de consecuencias.
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Echar en el cestillo de la comunidad todos tus talentos, lo mejor de ti mismo. | Encender una vela (limosna) como el que enciende la luz del cuarto de baño.
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Salir de la casa de Dios llevando a Jesús consigo (si hay que “agarrarle de las orejas” se hace, pero no creo que haga falta). | Salir de la casa de Dios echando el cerrojo y dejando a Jesús bien cerradito hasta la próxima ocasión. |
José María Escudero