A pesar de que los estudios sobre las audiencias televisivas anuncian una desbandad de la juventud hacia otras pantallas (móvil, ordenador, dvd…), el presente es la televisión. Los adolescentes que están en el aula ven la televisión y ven sobre todo series de ficción (seguidas de deportes, música, humor…), a las que se enganchan con una fidelidad que ya quisieran muchos educadores para sus clases (y los curas para sus misas). Los Serrano, Aquí no hay quien viva, Ana y los siete, Mis adorables vecinos, Aída y… Pasión de gavilanes… fueron las series más vistas por ellos hace dos años. A ellas y a las actuales (Física o Química, El internado, La familia Mata, Cuéntame, Hanna Montana…) les dedican, según los estudios, unas tres horas de sus días laborables. Demasiado. Por algo será.
Los adolescentes, a pesar de que les gusta manifestarse independientes y libres de las influencias externas, aprenden pronto dónde, cuándo y cómo enamorarse, cuáles son los derechos deseables en la otra persona, los ritmos de seducción, las prácticas adecuadas, etc. La realidad es que no son muy transgresores en sus preferencias; más bien asumen en general las formas normativas, rechazan las desviaciones y se convierten, en mayor o menor medida, en seres socializados y socializadores de los otros, fundamentalmente de sus iguales.
Este proceso de socialización que antes estaba controlado por la familia, la iglesia, el vecindario, los iguales…, hoy ha dejado paso a la televisión, que tiene gran influencia pues desarrolla todas sus estrategias de persuasión sin ninguna mediación crítica afectiva y está controlada por unos intereses básicamente económicos y políticos. Y las series tienen mucho que ver con ello.
La propuesta de los educadores Rosa Sanchis y Enric Senabre, de quienes resumimos estas ideas, es incorporar las series de más éxito entre los adolescentes a la tarea educativa: “trabajar los estereotipos de género y los referentes a la sexualidad, aprovechar los nuevos modelos de convivencia que se asoman a través de la pantalla, reflexionar sobre las relaciones afectivas que sirven de hilo conductor de las historias, aprovechar los gustos o la orientación sexual de un personaje.”
La tarea educativa a partir de la series de las televisión no se ha de reducir a la educación sexual y de género. También podemos descubrir cómo influyen los modelos que aparecen (cómo nos identificamos, para ser reconocidos, con unos personajes o rechazamos otros, unos personajes que suelen ser bastante tópicos), qué situaciones nos influyen (en la serie puede aparecer de todo y, como aparece, pensamos que es posible también en la realidad…) y qué ideología se esconde en cada episodio.
Trabajaremos con series bien conocidas entre el alumnado para aprovechar el efecto motivador y el conocimiento más amplio que tienen de toda la serie y no sólo del capítulo que tratemos. Ellos mismos se convertirán en «expertos» del tema. Prepararemos previamente al grupo para ver el capítulo y daremos las calves del visionado; tendremos preparadas algunas cuestiones para reflexionar posteriormente, además de un material complementario que ayude en el análisis de la serie. Así les facilitaremos la tarea de reelaborar unos preconceptos cargados de estereotipos, prejuicios e ideas prefabricadas. Para ello acudiremos a herramientas pedagógicas de todo tipo: juegos de papeles, preguntas, escenificaciones, debates, entrevistas ficticias o cartas a los personajes…
Cuaderno Joven inicia una sección (Series TV) en la abordará cada mes alguna de las series más en boga (Véase también en esta ocasión la secciones Tema (en la página siguiente) e Imagen. Pero todos nosotros, como educadores hemos de estar atentos para descubrir qué es lo que jóvenes y adolescentes ven (porque les refleja y se identifican con ello), qué comentarios hacen (porque nos dan las claves de lo que piensan y viven) y que comportamiento tienen (que pueden ser copia exacta de lo que los modelos van sembrando). Así ayudaremos a que cada adolescente o joven a ser él mismo y una repetición de alguien en serie.
Herminio Otero