George Steiner, profesor de literatura, dijo con ocasión de los premios Príncipe de Asturias 2001:
«Hay tres grandes idiomas:
la lengua, las matemáticas y la música».
Eso dijo. Y José Antonio Marina comentó la frase dándole la razón. Decía:
«Un lenguaje es un conjunto de símbolos estructurados en una sintaxis
que permite manejar irrealidades y comunicarlas.
Da igual que sean conceptos perceptivos,
conceptos ideales o sonidos.
El ser humano crea lenguajes sin parar
porque necesita contarse a sí mismo el mundo
y contárselo a los demás.
Cuando la realidad le sobrepasa,
inventa un lenguaje nuevo para hacerla familiar.
El lenguaje natural nos permite
contar argumentos de la vida diaria.
El lenguaje matemático cuenta historias de un mundo mágico,
donde los números nacen de la razón pero se hacen irracionales,
surgen en un mundo finito pero se hacen transfinitos.
El lenguaje musical urde grandes tramas sonoras.
Una demostración matemática es un argumento.
Una gran sinfonía o un sutil cuarteto son también argumentos.
Steiner dice que en la tradición judía enseñar es crear.
Si fuéramos buenos profesores, es decir, buenos creadores,
todo lo que enseñamos se convertiría en historias.
Y el resultado de nuestra tarea sería enseñar a los alumnos
a contar la realidad,
a contar aventuras matemáticas,
a contar epopeyas sonoras.
Siempre empezaríamos con un incitante «érase una vez»».
Eso comentó Marina. Y nosotros hacemos nuestro ese comentario y lo aplicamos a los educadores, y a los agentes de pastoral y a los catequistas y a los animadores en general:
Ojalá seamos capaces de poner música al corazón
y de contar historias
que creen historia personal y colectiva. Todavía.
CUADERNO JOVEN