Jóvenes bien (a)parecidos ¿y mal educados?

1 octubre 2003

Las cosas no son como parecen, y más en estos tiempos de engaños y simulaciones. Y sobre todo las cosas no son como aparecen, pues los medios se encargan de mediatizarlas, de ocultarlas, de sacar a flote algunas y hundir otras para siempre, siempre según intereses ocultos de quienes dirigen (el comercio, la política, el cotarro) o según necesidades, deseos y exigencias de quienes piden un poco de pan y circo a la moderna, telebasura, por ejemplo, o experiencias fuertes, o sensaciones más que vida.

Y así, poco a poco, vamos creando una realidad poliédrica en la que solo destacan algunas caras más llamativas y se ocultan las más humanas.

Viene esto a cuento de un articulillo de Luis María ANSON en La Razón (25.5.03), que titulaba Comunidades de base cristiana  y que decía así: 

Han estudiado. Viven con sus familias. Trabajan seriamente toda la semana. Se lanzan al placer el viernes por la tarde y lo prolongan hasta el domingo. Saben demasiado. Quieren a la vez la droga y la salud. Son los pastilleros. Son las pastilleras. A un lado quedan los «yonquis», devastados física y psíquicamente. Atrás, las tribus urbanas, las violentas y las culturales. Los pastilleros quieren ser la aristocracia de la droga. Beben, sobre todo, beben. Beben como cosacos, fuman «cannabis», tragan droga sintética en pastillas y a veces, como concesión, esnifan una raya de coca. Embravecen el sexo el viernes, se reblandecen temblorosos el sábado y se curan de tanto aturdimiento el domingo, porque el lunes,encorbatados ellos, traje de chaqueta ellas, tienen que volver al tedio del trabajo hasta que la fiebre del viernes noche levante de nuevo la droga y el fulgor.

Se equivoca, en todo caso, quien crea que los pastilleros representan a la juventud española. No es verdad. Una buena parte de los jóvenes llenan las iglesias, tienen ordenada su vida y su diversión, vertebran las ONG, nutren las comunidades de base cristianas, viven la solidaridad, la amistad y el amor. Luego, en la juventud, hay, en efecto, grupos diminutos de «yonquis», de cabezas rapadas, de neonazis, de alcohólicos, de pastilleros. Pero cuentan poco, aunque hablemos mucho de ellos.

Eso dice Anson. Y creemos que hay que tenerlo en cuenta, tanto por la descripción de una realidad dura (los jóvenes descritos en el primer párrafo) o esperanzada (los otros jóvenes, más numerosos, pero menos parecidos o aparecidos en prensa). ¿Qué nos parece?

Hacemos también nuestras, como punto de discusión y pautas de reflexión, las opiniones que vierte Vicente Verdú sobre La mala educación (ver página siguiente). ¡Qué gran tema para reflexionar y compartir… y actuar! Y trabajar para que los jóvenes sean personas libres… y bien educadas.

                                                        Cuaderno Joven

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