Las grietas

1 enero 2002

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes tinajas que colgaban de los extremos de un palo que llevaba sobre sus hombros. Una de las vasijas era perfecta y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa del patrón. Mientras que la otra tenía varias grietas y así al llegar al destino solo tenía la mitad del agua.

 

Durante dos años completos esto sucedió así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros porque se sabía apta para los fines para los que había sido creada. La pobre tinaja agrietada, sin embargo, estaba muy avergonzada de su imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

 

Después de dos años, la tinaja quebrada habló al aguador:

 

—Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque, debido a mis grietas, solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad de lo que deberías recibir.

 

El aguador le dijo compasivamente:

 

—Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.

 

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto las vio, pero, de todos modos, se sentía apenada porque al final solo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

 

El aguador le dijo entonces:

 

—¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen a un lado del camino? Siempre he sabido que tenías grietas y he querido sacar todo lo positivo de ellas. Sembré semillas de flor a lo largo del camino por donde ibas a pasar y todos los días las has regado. Durante estos dos años he podido recogerlas para adornar el altar de mi Dios. Si no fuera exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.

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