Las nuevas Navidades

1 diciembre 2000

Jorge era un niño de 12 años. Era inocente y vivo, juguetón y maduro para su edad, prudente y nervioso, todo ello a la vez.

Salió de su casa un día de diciembre, pró­ximo a las Navidades, porque ya no se le lla­maba la «Navidad» sino las «Navidades», ya que bajo este nombre genérico todo cabía: el pavo, el langostino, el champán, el guateque, el Nacimiento, Dios encarnado y la madre que… «lava entre cortina y cortina».

Ese día fue con sus padres a unos grandes almacenes, como acostumbran casi todos los padres por estas fechas… Sus padres cogieron un carrito de esos que le echas una monedita y que suelen quedarse cortos al terminar el recorrido. Él se fue a dar una vuelta por aquel lugar tan bien adornado para las Navi­dades. Y comenzó a pensar: «Si esto está tan bien adornado, ¿no será que toda esta gente está esperando que nazca el Salvador?… Sí, eso que me dijeron el otro día en cateque­sis…»

Comenzó a mirar a cada persona con la que se encontraba, sus gestos, actitudes, mi­radas, carreras buscando la mejor oferta, lis­tas de compra… Todo era un detalle que a él le llamaba la atención. Y es así, que pensó: «Esta gente necesita un Portal de Belén, un Nacimiento; lo haré y se lo pondré en la puerta para que al salir todos adoren al «Sal­vador».» Y empezó a realizar su misterio en­tre viviente y con figuritas.

A lo lejos, y mirando hacia la estrella, vení­an los magos de Oriente: Gasparnova, hom­bre de grandes bigotes; Melchorizo Revilla y el negro Baltasuchard de chocolate. Traían sus regalos a aquel extraño «salvador». ¡Có­mo no! una video-consola, una anoréxica «Barbie» y un tamagochi para que no se abu­rriese en su vida oculta.

Puso después la burra y el buey, los perso­najes más inteligentes de cuantos había, pues se habían mantenido impasibles a lo largo de veinte siglos a pesar de las modas de cada época.

Posteriormente colocó a los pastores que estaban de guateque. Él no sabía bien qué ha­cían allí, pero como siempre volvían al Portal por Navidad, como «El Almendro», los puso.

«Y falta lo más importante», se dijo Jorge. Terminó con la Virgen, a la que llamó María Brizard, y Chap Fraijoxet, que atento, miraba para ver cuándo acababa todo aquello para poder destaparse en Nochevieja al hilo de las campanadas que esta vez presentaría su es­posa.

«Ya está todo», se dijo, «creo que este miste­rio obedece a las expectativas de todos…, pe­ro… ¡si falta el Salvador! ¿Cómo puede haber un Portal sin el Dios que viene a salvarnos?».

Y no lo dudó ni un momento, fue corrien­do a sus padres, estaban pagando, les quitó la tarjeta de crédito que acababan de sacar y fue de nuevo a su Nacimiento. Lo colocó en el centro de su Portal en una gran cuna (mar­ca Prenatal).

Todo el mundo al salir quedaba admirado, cantaban villancicos, rezaban y. adoraban a su Dios diciendo: «Gloria a Dios en la tierra y a los hombres de paz, pues los ama  el Señor». Moraleja: ¿Quién es tu Salvador?

J. ANTONIO LUCA PIMIENTA (Pery)

 

Para hacer

1. Ésta es una parábola que refleja una realidad: ¿Cuál?

2. La moraleja es una pregunta. Responder a ella.

3. Montar un Belén con… objetos de desecho. Y poner sonoro (De fondo puede sonar el texto de esta parábola…).

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