En aquel tiempo (cuando el joven Samuel estaba al servicio de Dios) la palabra del Señor era rara y no eran frecuentes las visiones…
En este tiempo (cuando tú estás escuchando esta parábola), la palabra del Señor sigue siendo extraña, manifestándose de múltiples maneras y en no pocas circunstancias…
Decide, amigo, si quieres continuar. Vas a entrar en terreno peligroso, donde vas a oír la voz de Dios y puede… puede que te “complique” la vida…
¡Muy bien! Has decidido seguir adelante… ¡Ya no hay marcha atrás!
Un joven (no te esfuerces por ponerle rostro…, ese joven vas a ser tú a partir de ahora) estaba tumbado en el sofá viendo la televisión cuando sintió un toque… En casa sólo estaba él y su madre, así que fue a ver sí la sucedía algo. La encontró en la cocina fregando los platos mientras terminaba de centrifugar la lavadora para poder tender la ropa y bajar a por el pan. Tan metida estaba en sus labores que se fue sin apenas llamar la atención…
Otro día, mientras estudiaba en la biblioteca del instituto, sintió otro toque… Miró a su alrededor y dos mesas más atrás vio aquella compañera que hacía bien poco le molaba tanto y que un día… nadie supo por qué, cambió de carácter y se volvió triste y reservada. Hizo intención de acercarse a ella pero… cambió de opinión tan pronto como comprobó el taco de folios que le quedaban por estudiar…
Un viernes por la noche se encontraba de botellón con los amigos cuando sintió nuevamente un toque… A su lado estaba el colega de siempre, el que se pasaba de copas para impresionar. La gente se burlaba de él y le animaban a seguir bebiendo. Iba a decirle que parara ya, que después tenía que coger la moto, pero enseguida pensó en quién era él para entrometerse en su vida y, además, quedar mal delante de la peña…
Son tantos los toques que Dios te da cada día que sería imposible recogerlos por escrito… Te invito a que en un momento de silencio enciendas tu corazón y compruebes las llamadas perdidas que, últimamente, te ha enviado Dios… ¿Cuántas? ¿Demasiadas, verdad…?
En aquel tiempo y en este tiempo, el Señor se sigue valiendo de tus hermanos para llamarte y pedirte ayuda…
La próxima vez que sientas los toques de Dios en las necesidades de tus hermanos, no silencies tu corazón; acude a su llamada imitando al joven Samuel:
–¡Habla, Señor, que tu amigo escucha!
José María Escudero