Oración ante el desastre del Prestige en aguas gallegas
En esta tarde en la que mi corazón late con más fuerza de lo normal
alzo mi voz a ti, Señor.
Mientras mi mirada otea desesperadamente el horizonte,
repaso mi vida y descubro cuán parecida es a la tuya…
Por eso hoy, desde un trozo de mi tierra, herida de gravedad,
dañada por los cuatro costados, dirijo hacía Ti mi súplica…
Escúchame, Señor.
Tú que quisiste reestrenar tu vida sumergiéndote en las aguas del Jordán,
Tú que elegiste entre tus discípulos a varios pescadores
para que fueran testigos privilegiados de Tu Amor.
Tú que calmaste la bravura del mar y no permitiste que tus amigos
perecieran bajo las aguas.
Tú que comparaste Tu Reino a una red
como la que hoy en día usan tantos humildes pescadores.
Tú que quisiste afianzar la fe de tus discípulos caminando sobre las aguas,
Tú que llenaste a rebosar de peces la red de tus apóstoles,
Tú, Señor, cuya vida estuvo tan unida al mar,
escucha la súplica de mi pueblo…
Cuántas veces habré leído y releído el mayor milagro
que jamás ha habido en la historia:
un niño, unos panes, unos peces y una multitud de gente hambrienta.
Aquel día, Señor, «te sacaste de la manga», o mejor dicho, de tu corazón
el milagro del compartir…
Por eso hoy, Señor, te pido que nos des la generosidad que no se cansa,
la sensibilidad que nos mueva a actuar
y el Amor que procede de Ti…
Sólo de esta manera limpiaremos tantas manchas negras
que todavía existen en nuestra tierra y en nuestros corazones.
José María Escudero