La pedagogía de la bondad es nuestro estilo educativo pero es mucho más. Lo es porque apostamos por relaciones dialógicas desde la amabilidad y el respeto, por la aceptación incondicional y la palabra buena en todo momento, por dar el primero paso y ganar con simpatía la distancia corta. El educador salesiano es un maestro de la bondad que sabe cautivar con la sonrisa, el buen humor y la cercanía.
Pero no solo educamos con la bondad sino que educamos a la bondad. Educar a la bondad es buscar siempre el bien de las personas y proponer un modo de vivir que busca la armonía con uno mismo, con los demás y con la creación (con Dios). Es ayudar a descubrir que llevamos en nuestros genes semillas de bien y que es posible hacer emerger todas nuestras potencialidades con la convicción de que es posible vencer el mal a fuerza de bien. Educar la inteligencia, la voluntad y el corazón para perfilar el tipo de persona que queremos ser, esto es, hombres y mujeres que buscan una realidad mejor para todos y que se esfuerzan por poner de relieve la belleza que llevamos dentro y que late en el alma de la creación.
Se trata de hacer crecer una personalidad armónica que desarrolla al máximo todas sus potencialidades y que potencia los valores decisivos que nos hacen mejores seres humanos. Queremos, con nuestra propuesta educativa integral, ayudar a construir una personalidad unificada en torno a valores descubiertos (educar la inteligencia), queridos (educar la voluntad) y asumidos (educar el corazón). Nuestra experiencia nos dice que es posible recorrer un camino hacia la bondad y hacia el bien que refuerce personalidades robustas con capacidad de generar cambios en la propia vida y en la sociedad.
Educar con bondad y educar a la bondad son dos líneas fuerza de nuestra propuesta educativa. En el trabajo en comunidad y en el acompañamiento personal buscamos abrir el entendimiento para descubrir valores que valen la pena, a veces tan alejados de la experiencia cotidiana de los muchachos, sobre todo en situaciones de precariedad y vulnerabilidad; trabajamos la voluntad para reforzar las opciones por los valores que nos hacen mejores: la libertad, la responsabilidad, la fortaleza, la constancia, la generosidad. Educamos el corazón para aprender a amar en libertad, para vivir los afectos con equilibrio y armonía, para ser personas generosas que se entregan a los demás. El entendimiento, la voluntad y corazón orientan los valores hacia una vida virtuosa en el sentido de la areté griega, es decir, hacia hábitos de vida saludables desde el punto de vista físico, mental, espiritual y emocional.
Por eso, en la pastoral con jóvenes, cultivamos una pedagogía de la bondad, aprendiendo a buscar el bien, impulsando la honradez y la autenticidad como valores irrenunciables; experimentando el perdón como expresión máxima de la bondad, ayudando a vivir como personas agradecidas por lo que recibimos cada día.
En más de una ocasión he contado a los chicos en estos años algo que me sucedió en un país africano, una noche de saludo y encuentro con los jóvenes de un foyer donde eran acogidos chicos de la calle. Tras dejarles un mensaje de “buenas noches”, cuando ya los muchachos se retiraban a descansar, se me acercó uno de ellos y me hizo el gesto de darme algo. Le ofrecí mi mano y depositó en ella una pequeña medalla. Yo pensé que me pedía que la bendijera e hice el ademán de hacerlo. Me dijo, no, no. Y me dio a entender que era un regalo para mí. Acompañó el gesto con un merci!Comprendí su gesto y aprendí una lección. Aquel chico que no tenía nada y que recibía todo de los salesianos se sentía agradecido por el don, por la acogida, por todo lo que la experiencia en aquella casa le estaba proporcionando. Quiso agradecerlo con el pequeño gesto, insignificante, de ofrecer una medalla a quien representaba en aquel momento a la Congregación con un gracias humilde. Me conmovió. Supe entonces que cuando un joven sabe dar las gracias con el corazón, posiblemente está preparado para vivir porque sabe reconocer el don, uno de los frutos de la bondad, en el que convergen entendimiento, voluntad y corazón.
Hemos querido dedicar este numero de nuestra revista Misión Joven a la “Bondad humana: pastoral en los márgenes”, inspirados por el magnífico ensayo de Josep Maria Esquirol “La penúltima bondad: ensayo sobre la vida humana”. Abordamos el tema con tres cualificados estudios:
- En el artículo “La penúltima bondad: una lectura pastoral”, Juan Carlos Quirarte se propone hacer una reflexión sobre la condición humana desde los contextos de las periferias y propone la bondad como alternativa educativa en el acompañamiento social. Su relectura del ensayo de Esquirol propone algunas claves pastorales muy interesantes.
- Por su parte, el profesor José Argenis, en su estudio “Elogio de la generosidad humana: educar en la bondad” reflexiona sobre la condición humana y su tendencia hacia la bondad desde la propia identidad creatural. A lo largo de la historia, la bondad humana ha degenerado en situación de odio y destrucción. Educar en la bondad es recuperar esta condición de criaturas creadas para el bien, creadas por amor y para el amor.
- Jordi Planellas, en su estudio “Acompañamiento social: hacia una pastoral de la compasión” profundizando en la idea de acompañamiento como la acción de caminar junto al otro, haciéndolo protagonista de su propio sendero y no solo considerándolo pasivo receptor de ayuda. Se trata de mirar al otro con compasión, con una mirada liberadora, que ayude a la persona a hacerse cargo de su propia vida.