Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovarahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso (EG 3)
Hace ya veinte años que le escuché a Secundino Movilla hacer una distinción entre la vivencia y la experiencia en el ámbito del crecimiento y la maduración de la fe de nuestros adolescentes y jóvenes. La vivencia —decía—, para llegar a ser experiencia, necesita de la introyección de aquello que se ha vivido, de modo que pueda cambiar a la persona por dentro. Solo así, podrá convertirse en experiencia. Para este proceso, hacen falta personas, adultos en la fe, que acompañen e iluminen el camino.
Dos décadas más tarde, percibimos que se abren paso en la praxis pastoral con jóvenes, propuestas que favorecen el sentimiento y la emoción a través de momentos de alta intensidad que remueven y contagian en una atmósfera de gran sensibilidad. ¿Qué queda después de todo ello? Cabría preguntarnos si esas vivencias, de por sí positivas y atractivas, van también acompañadas de procesos que ayuden a los jóvenes a madurar la fe y, consecuentemente, a hacer verdaderamente experiencia cristiana. Esto es, si conllevan itinerarios de cambio y conversión personal, seguimiento de Jesús, pasión por Dios y por el Reino, inserción comunitaria, compromiso por los demás y transformación de la realidad. Tenía razón Secundino Movilla.
No es lo mismo vivencia que experiencia. Francisco nos ha pedido a toda la Iglesia, embarcarnos en una verdadera conversión pastoral: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (EG 25). No me cabe duda de que la mayor parte de los nuevos movimientos y sensibilidades pastorales tratan de responder a esta urgencia, sobre todo escuchando a Francisco cuando nos insiste en que hemos de ser “audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EG 33).
Pero no es menos cierto que no todo vale y que, en ocasiones, es necesaria una mirada crítica ¿Modas pastorales? Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso (EG 3) sobre algunas opciones que, a fuerza de repetir eslóganes, parecen haber asimilado el magisterio del Papa, haciendo de sus frases más repetidas una bandera que cada quien ondea desde su propria sensibilidad a derecha o a izquierda.
Creo que se hace necesaria una reflexión detenida sobre los criterios pastorales que, a lo largo de todo su pontificado, ha propuesto Francisco como caminos de renovación. De manera especial, en Evangelii gaudium y en Christus vivit, el Papa reflexiona detenidamente sobre el camino de renovación pastoral que hoy necesita la Iglesia. En efecto, en la exhortación apostólica de 2019, el Pontífice nos propone dos grandes líneas para la renovación de la pastoral con jóvenes: la búsqueda y el crecimiento (cf. ChV 209-215); esto es, experiencias de encuentro personal con Jesús que transforman y comprometen a la respuesta de la fe en itinerarios de crecimiento en la Iglesia.
No podemos olvidar, pues, que más allá de modas pastorales, la única Verdad de nuestra historia es Jesucristo y hacia Él hemos de hacer Camino para encontrar la Vida y compartirla con los demás, los empobrecidos y las personas en situación de mayor vulnerabilidad. Como dice el Papa, la conversión pastoral pasa por el nudo de la tormenta humana. Es una buena piedra de toque para la autenticidad de nuestras propuestas:
Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás.
Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura (EG 270).
Hemos querido dedicar este número de mayo a las modas pastorales y la búsqueda de criterios que nos ayuden a diferenciar el polvo de la paja. Los tres estudios de este monográfico son particularmente interesantes y concatenados:
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Koldo Gutierrez, bien conocido de nuestros lectores, en su artículo titulado Los signos de los tiempos frente a las modas en pastoral, nos ayuda a reflexionar sobre los criterios adecuados para transitar con los jóvenes, de las modas pastorales a una pastoral atenta al tiempo en el que vivimos y su kairos.
• Santi García Mourelo, también asiduo colaborador de nuestra revista, trata de ponerle nombre a las modas pastorales, desenmascarando críticamente algunas de sus proclamas y de sus propuestas. En su artículo “La verdad que no pasa de moda” (EG 265). Sobre la recepción del magisterio pastoral de Francisco, nos advierte del peligro de convertir en moda la Verdad que testimoniamos a través de medios y metodologías.
• Finalmente, Jota Llorente firma un estudio interesantísimo titulado ¿Marketing pastoral? en el que nuestro portadista de cabecera hace una síntesis de las tendencias de marketing de la cultura actual y trata de hacer lo mismo con las opciones pastorales; proponiendo algunos criterios para discernir el camino y dar preminencia al acompañamiento de los jóvenes en la experiencia de Dios, más allá de cualquier envoltorio.
Koldo Gutierrez, bien conocido de nuestros lectores, en su artículo titulado Los signos de los tiempos frente a las modas en pastoral, nos ayuda a reflexionar sobre los criterios adecuados para transitar con los jóvenes, de las modas pastorales a una pastoral atenta al tiempo en el que vivimos y su kairos.
José Miguel Núñez