No me llaméis extranjera: Necesito comunicar,
especialmente cuando el idioma no se entiende.
No me llaméis extranjera: Necesito estar con otros,
especialmente cuando la soledad me hiela el corazón.
No me llaméis extranjera: Necesito sentirme en casa,
especialmente cuando los míos están tan lejos de los de ustedes.
No me llaméis extranjera: Necesito una familia,
porque la mía quedó atrás para poder trabajar para la de ustedes.
No me llaméis extranjera: El suelo que pisamos es el mismo,
pero el mío no es «la tierra prometida».
No me llaméis extranjera: El color de mi pasaporte es diferente,
pero el color de nuestra sangre es el mismo.
No me llaméis extranjera: El idioma que hablo suena diferente,
pero los sentimientos que expresa son los mismos.
No me llaméis extranjera: Trabajo y lucho en vuestra tierra,
y el sudor de nuestras gentes es el mismo.
No me llaméis extranjera: las fronteras, nosotros las hemos creado,
y la separación que resulta es la misma.
No me llaméis extranjera: Soy nada más que una amiga,
pero ustedes aún no me conocen.
No me llaméis extranjera: Reivindicamos justicia y paz de manera diferente,
pero nuestro Dios es el mismo.
No me llaméis extranjera: Sí, soy inmigrante,
pero nuestro Dios es el mismo.
«World Mission Magazine» (Combonianos, Filipinas)
Para hacer
1. Imaginar que cada uno es inmigrante. Elegir una de las estrofas, la que creemos que más les afecta. Hablar después en primera persona desarrollando lo que dice esa estrofa, concretando situaciones que traducen su contenido… 2. El problema no consiste sólo en llamar a alguien extranjero, sino en tratarlo como tal: distinto, de otra tierra, diferente… Entonces nunca se integrará. 3. Buscar y escuchar el testimonio de alguna persona inmigrante que cuente su experiencia. ¿Qué podemos hacer en esas situaciones? |