Misión Joven | Octubre 2023: Justicia Restaurativa

2 octubre 2023

Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños (Francisco a la Curia Romana, diciembre 2018).

En el doloroso asunto de los abusos sexuales a menores, si bien es verdad que ha faltado altura de miras y durante años el silencio cómplice impidió actuar con contundencia denunciando ante la justicia los delitos cometidos, en estas últimas dos décadas, la política de la Iglesia en este campo ha girado ciento ochenta grados. Desde el pontificado de Benedicto XVI, ahora sometido a juicio sumarísimo por estas cuestiones, se ha cogido el toro por los cuernos, aplicando tolerancia cero ante cualquier comportamiento que suponga violencia sexual o vulneración de derechos, en especial de los más desprotegidos. Se ha pedido perdón en innumerables ocasiones por la connivencia y la negligencia, durante años, ante sacerdotes y  consagrados depredadores sexuales y delincuentes. Se ha colaborado con la justicia y se ha querido estar, en cualquier caso, del lado de las víctimas desde la reparación y la justicia restaurativa.

El Vaticano informó alto y claro, ya en 2014, ante el Comité de la Convención de los Derechos del Niño de la ONU en Ginebra sobre las medidas tomadas y la decisión de apartar del ministerio y poner a disposición de la justicia a más de cuatrocientos sacerdotes. Una vez más, la Iglesia pidió perdón, reconoció sus errores y se puso a disposición de la justicia para seguir luchando contra esta despreciable lacra, al tiempo que se implementaron políticas de prevención y de defensa de los derechos de los menores. Parece que no ha sido suficiente.

Hay que seguir con esta tarea de limpieza con energía y decisión. Benedicto XVI se la jugó con coraje y valentía para liberar a la Iglesia de esta carga insoportable, asumiendo la culpa, afrontando responsabilidades y proponiendo caminos de regeneración. Durante su pontificado se dieron pasos decisivos en la legislación eclesiástica, para asegurar que se pudiera acabar con silencios cómplices y estos abominables delitos fueran juzgados no solo en ámbito moral, sino en el ámbito jurídico de cada país y en el marco de la defensa de los menores reconocida en el derecho internacional. Tiene razón quien afirma que Ratzinger no fue parte del problema sino, en buena medida, apertura decidida hacia la solución. Ahora que el Papa sabio ya  no está con nosotros, es bueno poner las cartas boca arriba.

Francisco también ha hablado alto y claro. Se horrorizó ante el informe de la pederastia en la Iglesia católica en Francia, hace unos años, y pidió públicamente perdón. Afrontó con decisión la situación vivida en la Iglesia chilena, destituyendo a buena parte del episcopado y sanando de raíz el problema, escuchando a las víctimas y extirpando un tumor invasivo que se había hecho sistémico. No le tembló el pulso al afrontar algunas acusaciones vertidas sobre algunos colaboradores cercanos como el Cardenal Pell, destituyéndolo de inmediato y dejando que actuase la justicia. Se ha manifestado con contundencia ante el asunto en numerosas ocasiones, y ha impulsado nuevas medidas para que se siga actuando con decisión y sin ambages ante este delito injustificable. Pero es necesario seguir adelante reconociendo los pasos dados y los que aún faltan por dar. A nadie se le escapa que, a pesar de tantos esfuerzos, continúan los problemas en muchas partes del mundo, comenzando por la propia curia romana y siguiendo por la omertà de algunas conferencias episcopales y órdenes religiosas, que siguen mirando hacia otro lado como si no fuera con ellas. El Pontífice es consciente de la situación y ha dado numerosas muestras de querer seguir por este camino con voluntad firme.

Ante todo este turbio asunto, lo relevante es no ignorar las denuncias fundadas, no ceder ante las dificultades y seguir impulsando políticas claras de absoluto rechazo hacia la violencia y la explotación sexual de niños, adolescentes o adultos vulnerables; de denuncia y de colaboración con la justicia en todo momento; de cercanía a las víctimas y reparación del daño; de protección de los menores y de las personas en situación de vulnerabilidad. La Iglesia lo sabe y es doloroso. Pero no hay tregua. Hay que seguir hasta el final con todas las consecuencias.

En MISIÓN JOVEN hemos querido afrontar este tema desde el punto de vista de la justicia restaurativa y la educación en la justicia y el perdón. Abordamos tres estudios que nos acercan a esta realidad y nos dan pistas para mirar al futuro desde otras claves que, sin olvidar el dolor de las víctimas y la necesaria reparación, abran espacios para sanar la herida y ayuden, a víctima y victimario, a recomponer sus vidas. Un camino inédito, más allá del rencor y la punición.

  • Agustín Blanco, de la Universidad Pontificia Comillas, reflexiona a partir de una “Aproximación sociológica a la cuestión de los abusos en la Iglesia y en la sociedad”. 

  •  Juan Carlos González, abogado y miembro de la comisión de investigación que lidera el defensor del Pueblo, nos ofrece su punto de vista en el estudio “Justicia restaurativa. Educar en la justicia y el perdón”.
  • Fernando García, inspector provincial de los salesianos de Santiago el Mayor (España-Madrid), comparte su experiencia de estos años en su artículo “Educar la mirada desde un enfoque restaurativo”

Con dolor, decimos nunca más. Con esperanza, proponemos senderos de sanación que ayuden a cicatrizar heridas que jamás, nadie, debió infligir a quien está en situación de vulnerabilidad, frente a cualquier abuso de poder.

 

José Miguel Núñez

misionjoven@pjs.es

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