ORACIÓN DE ADVIENTO

1 noviembre 1998

Desde nuestra fe pobre,

ríos atrevemos a hablarte a Ti,

 Padre y Madre de todos nosotros.

Querernos bendecirte y darte gracias

 por la venida de tu Hijo el Mesías

que ha llegado a nuestra tierra

para no abandonarla nunca Más.

Ahora comparte, y Tú con  él, todas nuestras luchas,

 nuestras alegrías y sufrimientos.

Se Ira puesto a caminar con nosotros,

 como Tú acompañaste al Israel emigrante

del desierto y del exilio.

Tú le has resucitado

para que sea nuestro compañero de camino.

 Pero, como los discípulos de Emaús,

río le reconocemos en el viajero

 que nos interpela y cuestiona.

 Abre nuestros ojos somnolientos  y apagados,

 reaviva su luz para que puedan

contemplar su Adviento y descubrir su presencia

 en nuestra vida, en nuestro entorno;

sobre todo en los pobres y en las víctimas de nuestra

 sociedad.

Confesamos que ellos, junto con Él,

son el único, camino, la cínica verdad, la cínica vida.

Te darnos gracias por el testimonio que ellos Y ellas

nos transmiten esperando contra todo esperanza.

 Nuestra esperanza es débil. Pero a nuestro lado,

Las hermanas, los hermanos más pequeños

aguardan con firmeza inquebrantable

la Venida de una justicia, una paz,

una reconciliación mesiánicas plenas y finales.

 Te agradecernos estos signos que nos ofreces

para reavivar las brasas de nuestra frágil esperanza.

 Pero querernos acordarnos de aquellos

que viven en el desaliento, desesperanzados.

Te pedirnos por quienes han caído en la desesperació

Que les llegue la Venida

y que seamos nosotros samaritanos

para manifestarles, con nuestras abras,

 la Presencia del Hermano universal,

el Jesús crucificado que nunca les abandona.

 En esta hora del Adviento, sentimos

que todos navegamos en un mismo barco,

 por un mismo inundo,

atravesando la niebla espesa de la angustia.

 Que tu Espíritu nos haga vislumbrar cómo

 en medio de la tempestad y de las tinieblas

 viene hacia nosotros tu Hijo el Señor

para llevarnos a la otra ribera.

Sabemos que basta con levantar la mirada hacia Él

para no sucumbir. Pero lo olvidamos y caernos.

 Que tu Espíritu nos de ánimos de fortaleza

para acogerlo y dejarnos acoger por Él;

para ahuyentar el miedo y creer en su mensaje

 de que Tú eres Padre-Madre de todos.

En tu seno nace la fuerza del Amor

 que ríos perra de confianza,

ríos moviliza y empuja hasta la otra orilla.

Allí arribaremos un día dejando atrás la noche,

 cuando despunte el alba y llegue la aurora

de una marrana sin ocaso.

En la paz de la playa, en torno al fuego,

 recibiremos el alimento de los resultados.

 Y aparecerá esplendente el Sol de la justicia

 que alumbrará la nueva Tierra.

Allí estará con nosotros, en el nuevo cenáculo,

 la mujer humilde del evangelio, María;

ella creyó en el anuncio del ángel

de que para Dios riada hay imposible.

 

Por su intercesión te pedirnos que esas palabras

 dichas por Jesús a sus discípulos

nos  acompañen siempre alentando nuestra esperanza

 y nos acerquen la Mediación universal

del que es, el que era y el que vendrá. Amén.

 

LUIS MALDONADO

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