En las Navidades, en teoría todo es amor, paz, buena voluntad y solidaridad. Valores que celebramos desde hace aproximadamente dos décadas, y con mayor acento en los últimos años, con un consumismo desenfrenado. Hasta tal punto es así que la Navidad, en este país, comienza cuando unos grandes almacenes encienden su alumbrado. (…) Compramos cosas que no necesitamos para nada porque lo importante es acumular para tener cierto reconocimiento social -el tanto tienes tanto vales- del resto de la sociedad de consumo. Los centros comerciales son los grandes templos del siglo XXI. (…)
El consumo se está convirtiendo en un factor clave, no sólo desde el punto de vista económico sino sobre todo, desde el punto de vista cultural. (…) Nos sentimos felices al satisfacer (las falsas necesidades), pero han sido diseñadas para aumentar el consumo, no nuestra felicidad. Si no desarrollamos una capacidad crítica podemos entrar en una cadena de dependencia que nos haga caer en el consumismo más alienante; es decir, en comprar por comprar en vez de hacerlo para satisfacer una necesidad.
Ahora bien, lo más difícil siempre es poder ir contra la corriente social. Aspirar a ser un consumidor responsable conllevaría preguntarnos qué hay detrás de cada cosa que compramos. Demandemos información transparente que nos permita conocer la otra realidad. Que nos ponga sobre la reflexión de si nuestro consumo incide, por ejemplo, negativamente en los países del Sur.
– ¿Nos hemos preguntado alguna vez en dónde está confeccionada, y en qué condiciones laborales, la ropa que compramos para el cotillón de Año Nuevo?
– ¿Si el café que tomamos tiene un precio que permita vivir dignamente a los cafetaleros de Nicaragua, México o Colombia?
– ¿Si el turrón de chocolate lleva mantequilla de cacao producida en Costa de Marfil o aceites refinados que le hacen tener mejor sabor pero menos calidad?
El consumo crítico, que no es nada cómodo, es una poderosa herramienta de transformación social. Nos vincula directamente con cambios en nuestros hábitos, con el ser activos a la hora de demandar información y presionar a las empresas para que cambien sus prácticas dañinas.
Un consumo responsable pasaría por valorar las opciones y consumir de acuerdo a unos valores no caracterizados por el beneficio personal. Dos son los aspectos fundamentales que debemos potenciar:
- La búsqueda de información y la formación de un pensamiento crítico con la sociedad que nos rodea, con la publicidad…
- La reducción de nuestros niveles de consumo. Optar por la felicidad del que menos necesita, no del que más posee.
Un consumo respetuoso con el medio ambiente, con las personas, con las culturas será una práctica elemental de cualquier transnacional si hay una presión, una demanda social que lo exija. El poder de los consumidores puede hacer temblar los cimientos de cualquier empresa. Aunque es cierto que no hemos asimilado este poder cada vez más globalizado y que no se ejerce de manera coordinada. (…)
Las Navidades pueden ser unas fechas magníficas para replantearnos nuestra forma de participar en la sociedad, nuestras formas de consumir; de pensar en nuestros semejantes que pasan estas fechas solos o en la más estricta pobreza. Pero tendríamos que ir más allá y plantearnos que la solidaridad debe formar parte de nuestro día a día. Más de 1.200 millones de personas malviven con menos de un euro al día. Millones de niños no pueden acceder a la educación o a la sanidad en muchas partes del mundo. Las fiestas duran tres semanas, pero los pueblos del Sur necesitan nuestro apoyo durante todo el año.
¿Qué podemos hacer? Podemos asociarnos a ONG transparentes y colaborar con ellas. En la Coordinadora de ONG para el Desarrollo hay más de un centenar de organizaciones que:
– Realizan un buen trabajo en los más diversos campos, pero con una clara vocación de reducir las brechas de desigualdad entre el Sur y el Norte.
– Tratan de dar a conocer realidades de los países empobrecidos.
– Propugnan una serie de valores comunes por medio de su código de conducta para garantizar buenas prácticas y transparencia, haciendo protagonistas de su propio desarrollo a las comunidades del Sur.
Una forma alternativa de consumir se hace posible en las tiendas y productos decomercio justo, en el que se eliminan los intermediarios que encarecen el producto, se le paga la mayor parte del precio final al productor, se potencia el desarrollo comunitario y democrático, se defiende la igualdad entre hombres y mujeres, se persigue la explotación infantil, se potencia la relación comercial a medio y largo plazo…
Ideas extractadas de un artículo de DAVID ALVAREZ RIVAS, director de la ONG Setem (El Mundo, 30.12.03), cuya ilustración es la imagen de la p. 15. Véanse las propuestas allí señaladas (p. 14) y trabájese conjuntamente con ambos documentos. |