Ser cristiano en la era de Facebook

1 marzo 2011

Guillaume Anselin, que ha trabajado en puestos de dirección de algunos de los grupos de comunicación más importantes del mundo, comenta el mensaje del Papa con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Era y sociedad digital: Hemos entrado en una nueva cultura: la era digital, que es una sociedad de «todo-comunicación», conectada en permanencia, en la que se redefine la relación individual con el mundo, con los demás, y la manera de consumir o producir información. En esta era «digital», la información circula prioritariamente a través de «círculos sociales», con el riesgo de dar más crédito a los que están más extendidos («popularizados» por los «amigos» reales o virtuales) que a las fuentes oficiales. El peligro consiste evidentemente en una visión deformada de la realidad. Supone, además, la abolición de las fronteras y distancias, una cultura de la imagen más que de la escritura, una sociedad «conversacional», en la que el contenido es el objeto mismo de la conversación a gran escala. Es un fenómeno cultural inédito y reciente: social, mediático, de información inmediata que no deja tiempo para respirar, con sus comunidades de interés, y unos dos mil millones de personas conectadas en todo el mundo. Basta recordar que hace seis años Facebook, YouTube, Twitter, tan presentes en nuestra vida diaria, no existían.  En el caso de los países de cultura mediática intensa podemos hablar efectivamente de post-cultura, en el sentido de un giro hacia una «sociedad digital».

La fascinación de Internet: Internet ejerce una fascinación: nos encontramos con un medio personal en el que puedo construirme la identidad que quiero, medirme con los demás, estar «conectado» y hablar de lo que quiero con quien quiero. Un lugar en el que puedo crear algo, sumergirme en universos preexistentes, jugar, escuchar música, ver vídeos, leer…  Se percibe Internet como el «último mundo libre», democrático, pues permite la expresión de todas las opiniones minoritarias, sin obligaciones ni consecuencias… y en aparente seguridad para quien lo utiliza. El peligro es el de la convivencia de dos identidades, una digital (un avatar de sí mismo) y otra real, así como dos vidas paralelas: una real y contingente y la otra virtual y fácil, aunque también sumamente real, pues ocupa una parte importante de nuestros días. Y el desafío es la construcción de la persona, su unidad de vida, y la formación de la conciencia, gracias a una utilización equilibrada de Internet en lo que tiene de mejor: un maravilloso instrumento práctico y lúdico, cuando sabemos utilizarlo.

Programa y un manual de instrucciones

  1. La verdad ante todo. En una época cada vez más saturada de información, esto quiere decir estar presente y dar razones: fuentes fiables de la doctrina (visibles, con un lenguaje accesible), y testimoniar con sencillez aquello en lo que creemos y la manera en que lo vivimos, con los medios a nuestra disposición (la información, la narración, los vídeos, los foros, los blogs… Implica también restablecer un equilibrio en el ecosistema digital, y dar a los jóvenes dos elementos esenciales: el derecho a saber y a elegir.
  2. Para lograrlo, hay que ser auténtico…, con coherencia, con constancia, para entrar en diálogo con el Otro. Ser uno mismo, sin ceder para nada en lo fundamental, con una escucha activa para hacerse todo a todos. Nuestra comunicación es afirmación alegre, positiva… y delicada. Es también coherente, a tiempo y a destiempo. Es social, pues se integra en las culturas de nuestro tiempo. Es evangelización para tocar los corazones y las inteligencias. Es unidad para apoyar a todas las realidades pastorales y eclesiales.
  3. Una nueva actitud: una «creatividad responsable» y un sentido de «escrupulosa profesionalidad». Hacen falta particulares competencias, pues Internet exige hoy una actitud totalmente profesional y medios adecuados. Tenemos que edificar las catedrales del saber, los atrios y las ágoras del continente digital… formado de bulevares y plazas, pero también de rincones en los que se pierden las personas.

La fuerza de los grandes proyectos en Internet es su dimensión claramente multimedial y una inteligencia conectiva, a partir de una necesidad claramente identificada. En el campo de la fe, faltan iniciativas en las que, más allá de publicar noticias de actualidad, se ofrezcan respuestas sencillas en los formatos más variados a las cuestiones que se plantean las personas sobre la fe, la vida y la sociedad.

Extractado de Zenitf, 31 de enero de 2011

 

 

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