He leído con gusto muchos de los documentos que se han ido elaborando en relación al “Sínodo de los jóvenes”, desde el documento preparatorio hasta el documento final, así como numerosos artículos y comentarios; como creo que no pueden dejar de hacer todas las personas que se dediquen a trabajar con los jóvenes en nuestra Iglesia y también, me atrevo a decir, fuera de ella.
En esta lectura me ha encantado descubrir cómo la Iglesia ha recuperado la sinodalidad. Es algo que ha vivido desde sus orígenes. Si nos fijamos en el significado etimológico de la palabra sínodo, camino (odos) con (sin), descubrimos que el mismo Jesús caminó con sus discípulos o ellos con Él, siempre con una actitud de acogida y acompañamiento; Jesús nunca iba delante ni detrás, siempre acompañaba, caminaba al lado de los suyos. A lo largo de la historia de la Iglesia esto ha tenido sus más y sus menos, obviamente por diferentes causas y siempre enmarcadas en sus contextos históricos. Pero queda claro que hoy la Iglesia, y este Sínodo de los jóvenes lo deja meridianamente claro, nos invita y nos anima a seguir este camino.
Después de presentar este tema a un grupo de religiosos y recibir la invitación de escribir sobre algún tema relacionado con los jóvenes me vino a la mente la posibilidad de escribir sobre la “sinodalidad salesiana”, mirando, en primer lugar, a Don Bosco y, en segundo lugar, a los educadores y educadoras salesianos.
Mirando a Don Bosco podemos decir que nuestro querido padre contó durante toda su vida con numerosas personas que le ayudaron a crecer, desde su infancia. Caminó al lado de grandes santos, se dejó acompañar y acompañó… Si pensamos en el inicio de la Congregación y en sus primeros intentos frustrados Don Bosco quiso contar con muchas personas para llevar a cabo su sueño, pero no siempre resultó sencillo. En el proceso de la fundación de la congregación salesiana Don Bosco caminó con los jóvenes que tenía a su lado y con ellos dio forma a esta nueva sociedad. Sin ellos no habría sido posible. La “sinodalidad salesiana” nos invita a confiar, a escuchar y a dar posibilidades.
Como educadores salesianos no podemos hacer nada si no es trabajando en equipo, contando con otras personas… y sobre todo contando con los jóvenes. Pensando en la sabiduría popular africana que dice que para educar a una persona hace falta toda la tribu, creo que es muy peligroso ir de francotiradores o por libre. Trabajamos y caminamos juntos, tanto salesianos como seglares, y siempre con los niños y jóvenes. Sin ellos no somos nada. Son ellos los que nos evangelizan y por medio de quienes nos habla Dios. Por eso es importante escucharles, dejarles ser los protagonistas de su propia formación y crecimiento, pero estando siempre a su lado, acompañando sus procesos y estando siempre ahí para lo que nos puedan necesitar, siempre a tiro, haciéndoles ver que nos preocupan de corazón.
Os invito a que leáis el número 54 del Documento Final, pues creo que nos da la clave de nuestra presencia salesiana y de la presencia de los jóvenes en la Iglesia: «Los jóvenes católicos no son meramente destinatarios de la acción pastoral, sino miembros vivos del único cuerpo eclesial, bautizados en los que vive y actúa el Espíritu del Señor. Contribuyen a enriquecer lo que la Iglesia es, y no solo lo que hace. Son su presente y no solo su futuro. Los jóvenes son protagonistas en muchas actividades eclesiales, en las que prestan generosamente su servicio, en particular con la animación de la catequesis y de la liturgia, el cuidado de los más pequeños y el voluntariado con los pobres. Movimientos, asociaciones y congregaciones religiosas ofrecen también a los jóvenes oportunidades de compromiso y corresponsabilidad. A veces la disponibilidad de los jóvenes encuentra un cierto autoritarismo y la desconfianza de adultos y pastores, que no reconocen suficientemente su creatividad y les cuesta compartir las responsabilidades».
¡No nos dejemos robar la “sinodalidad salesiana”! Dicho de otro modo: ¡No dejemos de escuchar a los jóvenes! ¡No dejemos de estar en medio de los jóvenes! ¡No dejemos de apostar siempre por los jóvenes, son nuestra “zarza ardiendo”!
Óscar Bartolomé Fernández