Eran las primeras horas del 15 de diciembre de 2017. Robando horas al descanso, acudí al estreno de “Star Wars Episodio VIII: Los últimos jedi”. Salí del cine con una sensación incierta. Una vez satisfecha el ansia de conocer el desarrollo de la historia, necesitaba volver a ver la película, para poder extraer todo su jugo. Así lo hice pocas horas después, en la tarde de ese mismo día 15 de diciembre. Salí más reconfortado, habiendo comprendido más. Pero la segunda vez, como la primera, hubo una frase de Yoda que me hizo perder por un momento el hilo de la narración. Aseveraba, aludiendo a su larga experiencia con alumnos que “somos lo que ellos alcanzan. Ésa es la verdadera carga de todo maestro”. Claro, yo me sentí interpelado por Yoda: todo un referente Jedi, un sabio en los caminos de la Fuerza, se le aparece a un dubitativo Luke y le espeta la frasecita… y uno, que se dedica a la docencia, pues siente un escalofrío.
Y salí del cine pensando que, como Yoda nunca da puntada sin hilo (ni estocada sin sable láser), algo más de chicha que la típica ñoñería New Age tendría su observación. De hecho, me pareció conveniente escribir esta reflexión pues considero que una mala interpretación de la enseñanza puede considerar que la autorrealización depende completamente de los logros de otros… y esto, creo, es muy peligroso… por errado. No me extraña que, si se entiende así, se suponga la circunstancia como una carga. De hecho, me resultaría insoportable asumir que mi esencia depende del éxito de mis alumnos. Entre otras cosas porque la definición de “éxito” es relativa… pero, sobre todo, porque ayudaría a crear en ellos la sensación de que sus resultados no son responsabilidad suya. Mal asunto…
Lo siento, maestro Yoda, pero me niego. Me niego a pensar que yo SOY en función de otros. No. Diferente asunto es que mi empeño sea conseguir que los muchachos lleguen a ser la mejor versión de sí mismos y mi desempeño lograr que exploten al máximo todas sus potencialidades. No cabe duda de que cuanto más excelentemente alcance estos objetivos más orgullosos habré de sentirme. Y, además, no es en absoluto una carga: es una bendición. Yo creo que por aquí iba nuestro entrañable bajito. Pero de ahí a que esto me determine…
Principalmente porque también es obligación del maestro conseguir que, en ese dichoso alcance del alumno, se encuentre una madurez responsable. Una sensatez que le permita discernir que si de Alguien más depende su desarrollo vital no es de sus profesores, sino del único Maestro que merece escribirse con mayúsculas. Y que, en realidad, es precisamente al revés: que ellos son (y yo soy) porque Él ES.
Fino no estuviste, querido Yoda. Explicado mejor lo que querías decir tendrías que haber…
Jaime Martínez, coordinador de Pastoral de Bachillerato de Salesianos Paseo