‘TARDOJÓVENES’ ACOMODADOS

1 abril 2004

La juventud se ha alargado en los últimos 50 años en nuestra sociedad por el contexto social que atribuye determinadas funciones y posibilidades a los grupos de edad, quedando la juventud como una etapa sin atributos, en espera de la inserción al mundo adulto. El atributo central de un joven es el de ser joven. Todos queremos ser jóvenes y su juventud es su principal virtud.

No pocos jóvenes, aunque no todos, claro está, se acomodan muy bien en esa situación. Incluso, y de ellos me quiero ocupar, en jóvenes en edades comprendidas entre los 30 y los 34 años, que nosotros llamamos tardojóvenes en nuestro estudio Jóvenes españoles 99 y que Eduardo Verdú denominó, en expresión feliz y que hago mía, adultescentes en un libro con ese mismo título. Muchos jóvenes están instalados en esa situación de stand by. Algunos, felizmente instalados; otros no tanto, pero todos en la incertidumbre de lo que les espera tras apretar el botón del play.

Martín Serrano ha planteado que, de la juventud como «una situación transitoria» entre la infancia y la vida adulta, una etapa por la cual se debe pasar para ser adulto, se ha pasado a una etapa en la queestar para ser joven. El cambio del estar al pasar está transformando totalmente a la juventud, no sólo por el hecho de que por primera vez en España la juventud dura más tiempo que la infancia, sino porque se modifican las relaciones estructurales con el resto de la sociedad (cada vez son más dependientes) y se producen importantes cambios culturales.
Viene todo esto a cuento de los datos del avance de un estudio del Observatori Català de la Joventut de la Generalitat según el cual en tan solo tres años, del 2000 al 2003, entre los jóvenes de 30 a 34 años, nuestros adultescentes tardojóvenes, definidos simplemente como no emancipados familiares porque aún viven con sus padres, habrían pasado del 15% al 25%. Aunque el aumento me parece muy grande para darse en sólo tres años, el dato bruto sigue ahí y es particularmente llamativo.

Aun a falta de conocer el estudio catalán se pueden apuntar algunas razones de signo estructural a las que creo que hay que añadir otras de carácter distinto. Todos señalan la carestía de la vivienda y la precariedad del empleo como dos causas principales de la tardía emancipación juvenil en España, y lo son a ciencia cierta. A finales del mes pasado leíamos un informe de Caixa Catalunya donde se señalaba que la carga financiera de las familias por la compra de una vivienda nueva ha aumentado mucho más que el incremento de su renta, de tal suerte que entre 1998 y 2003 el precio de la vivienda aumentó en un 91,6%, frente a un incremento de sólo un 27,6% de las rentas medias familiares.

Añádase a ello que casi la mitad de los contratos laborales de los jóvenes de 15 a 29 años son temporales y que el 31% de los licenciados accedió a puestos de trabajo de «categoría inferior». Es obvio que en esas condiciones el nicho familiar es difícil de dejar. Nicho familiar donde reina, en la mayoría de los casos –el 42% según una tipología de familias que elaboramos hace un año– una «coexistencia pacífica»; en otro 25%, una real convivencia; en un 17% se adaptan lo mejor que pueden padres e hijos, y normalmente se adaptan bien, mientras que apenas llega al 15% el porcentaje de familias conflictivas. Se está bien en casa, aunque uno de cada dos jóvenes se iría si pudiera.

En muchos casos los hijos no se van de casa, aunque pudieran, porque han crecido muy cómodamente, en una educación de derechos sin responsabilidades, donde el límite lo pone lo que el cuerpo aguante, porque en casa no tienen que demostrar que valen y lo que valen. Y porque los padres, digan lo que digan, no quieren que se vayan cuando ellos quieren marcharse, a los 20 años, y que cuando los padres quieren «echarlos», pasados los 30, los hijos han descubierto que ya se han ido de casa… quedándose.

JAVIER ELZO, El periódico, 16.2.04

Para hacer

  1. ¿Qué hay detrás de todos estos datos?
  2. ¿Estamos de acuerdo con las opiniones que dice el autor?
  3. ¿Cómo nos afectan a nosotros o pensamos que nos van a afectar “el precio de la vivienda y la precariedad laboral”
  4. No sólo eso explica la tardanza de los hijos en abandonar la casa paterna: muchos no la dejan porque viven en ella con derechos y sin responsabilidades. ¿Es así? ¿Qué nos pasa a nosotros?

 

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