Un día más

1 septiembre 1998

Pedro era un joven más, uno de tantos jóvenes que intentan exprimir al máximo cada minuto de su vida. Tanto que muchas veces descuidaba a su familia y sus pequeñas obligaciones de casa, y eso no era bueno. Además se pensaba que él era el centro del mundo y creía que el resto de las personas que convivían con él, tenían que estar a su servicio, y eso no era bueno. En definitiva, vi­vía solo y exclusivamente para él. Y aunque Dios le susurraba al oído cada vez que podía hacer el bien, su egoísmo por vivir a tope, y disfrutar de la vida, hacía que hiciera oídos sordos a Dios.

Un día, al finalizar la jornada, Pedro llegó a ca­sa, se duchó y se acostó. Pero esa noche fue es­pecial. Después de dos horas de profundo sueño, su cuerpo comenzó a enfriarse. En ese momento quien ya no tenía ojos pudo ver a Dios, y quien no tenía boca pudo hablar con Dios.

Pedro, angustiado, le dijo:

-Perdóname, Señor, pues cada vez que me ha­blaste no quise escucharte y ahora ya entiendo todo.

Ya no podré sonreír a los que cruzaron mi ca­mino, pidiendo una sonrisa.

Ya no podré mirar a los que no quise ver.

Ya no podré poner ilusión en los desamparados. Ya no podré poner paz donde quizá un día yo mismo sembré la discordia.

Ya no consolaré a los que con mi actitud en­tristecí.

Ya no podré valorar los juicios de los que no pensaron como yo.

Ya no socorreré a los tendieron su mano y yo ignoré.

Ya no podré restablecer lo que con mi crítica destruí.

Ya no podré sobreponerme a los momentos di­fíciles.

Ya no podré seguirte Señor, porque no estuve pronto a tu llamada, dudé cuál era el camino y perdí el tren.

Y ahora veo señor con claridad que en verdad perdí mi tiempo y tiré mi vida por la borda.

Al instante Dios le contestó:

-Desde el momento en que naciste, ya estabas perdonado por mí, pero si además ahora has vis­to la luz de mi rostro, doblemente serás perdo­nado pues yo, que soy puro Amor, entiendo lo que sientes. Por lo tanto te regalo un día más…

Para que tengas la ocasión de querer a los que no te gustan.

Para que todavía puedas aprender a ser hu­milde recordando la familia de Nazaret.

Para que puedas reaccionar ante la injusticia y hacer tuyo el dicho evangélico: «la verdad os ha­rá libres».

Para que todavía siembres la paz en tu entorno sabiendo que la paz nace en tu corazón.

Para que todavía sigas actuando en tu vida pa­ra entender que si no puedes cambiar el mun­do, será importante que el mundo no te cambie a ti.

Para que puedas verme en la marginación y el sufrimiento.

Pedro le contestó:

– Gracias, Señor, por creer cada día que pasa en el ser humano.

Y en verdad os digo que cada día que nos des­pertamos es un nuevo día que nos regala Dios.

DAVID PINEDA


 

PARA HACER

  1. Decir cómo era Pedro, qué le pasó y por qué.
  2. Analizar la respuesta que Pedro le da a Dios. Señalar algunas más que podría haberle dado si cada uno se llamase Pedro.
  3. Analizar después la respuesta de Dios. Imaginar nuevas respuesta que daría a cada uno.
  4. Si nosotros tuviéramos solamente un día más, ¿qué haríamos? ¿Cómo lo viviríamos? Sacar una con­clusión e concretar cómo llevarla a cabo… mañana mismo.
  5. Leer esta parábola desde Mt 25. Y orar desde ahí.

 

 

 

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