Pedro era un joven más, uno de tantos jóvenes que intentan exprimir al máximo cada minuto de su vida. Tanto que muchas veces descuidaba a su familia y sus pequeñas obligaciones de casa, y eso no era bueno. Además se pensaba que él era el centro del mundo y creía que el resto de las personas que convivían con él, tenían que estar a su servicio, y eso no era bueno. En definitiva, vivía solo y exclusivamente para él. Y aunque Dios le susurraba al oído cada vez que podía hacer el bien, su egoísmo por vivir a tope, y disfrutar de la vida, hacía que hiciera oídos sordos a Dios.
Un día, al finalizar la jornada, Pedro llegó a casa, se duchó y se acostó. Pero esa noche fue especial. Después de dos horas de profundo sueño, su cuerpo comenzó a enfriarse. En ese momento quien ya no tenía ojos pudo ver a Dios, y quien no tenía boca pudo hablar con Dios.
Pedro, angustiado, le dijo:
-Perdóname, Señor, pues cada vez que me hablaste no quise escucharte y ahora ya entiendo todo.
Ya no podré sonreír a los que cruzaron mi camino, pidiendo una sonrisa.
Ya no podré mirar a los que no quise ver.
Ya no podré poner ilusión en los desamparados. Ya no podré poner paz donde quizá un día yo mismo sembré la discordia.
Ya no consolaré a los que con mi actitud entristecí.
Ya no podré valorar los juicios de los que no pensaron como yo.
Ya no socorreré a los tendieron su mano y yo ignoré.
Ya no podré restablecer lo que con mi crítica destruí.
Ya no podré sobreponerme a los momentos difíciles.
Ya no podré seguirte Señor, porque no estuve pronto a tu llamada, dudé cuál era el camino y perdí el tren.
Y ahora veo señor con claridad que en verdad perdí mi tiempo y tiré mi vida por la borda.
Al instante Dios le contestó:
-Desde el momento en que naciste, ya estabas perdonado por mí, pero si además ahora has visto la luz de mi rostro, doblemente serás perdonado pues yo, que soy puro Amor, entiendo lo que sientes. Por lo tanto te regalo un día más…
Para que tengas la ocasión de querer a los que no te gustan.
Para que todavía puedas aprender a ser humilde recordando la familia de Nazaret.
Para que puedas reaccionar ante la injusticia y hacer tuyo el dicho evangélico: «la verdad os hará libres».
Para que todavía siembres la paz en tu entorno sabiendo que la paz nace en tu corazón.
Para que todavía sigas actuando en tu vida para entender que si no puedes cambiar el mundo, será importante que el mundo no te cambie a ti.
Para que puedas verme en la marginación y el sufrimiento.
Pedro le contestó:
– Gracias, Señor, por creer cada día que pasa en el ser humano.
Y en verdad os digo que cada día que nos despertamos es un nuevo día que nos regala Dios.
DAVID PINEDA
PARA HACER
- Decir cómo era Pedro, qué le pasó y por qué.
- Analizar la respuesta que Pedro le da a Dios. Señalar algunas más que podría haberle dado si cada uno se llamase Pedro.
- Analizar después la respuesta de Dios. Imaginar nuevas respuesta que daría a cada uno.
- Si nosotros tuviéramos solamente un día más, ¿qué haríamos? ¿Cómo lo viviríamos? Sacar una conclusión e concretar cómo llevarla a cabo… mañana mismo.
- Leer esta parábola desde Mt 25. Y orar desde ahí.