Una nueva situación, la misma realidad

1 mayo 2005

Escribimos estas palabras cuando acaba de morir Juan Pablo II y todavía no ha sido elegido el nuevo Papa.  Desde este número de Cuaderno Joven recordamos a uno  (Juan Pablo II fue el iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud (ver p. 5), y damos la bienvenida al otro presentado algunas situaciones (Tema, Recortes [pp 4 y 5]) que habrá de afrontar y en las que todos –educadores y jóvenes– estamos implicados.

 

Preguntas del papa a los jóvenes

Juan Pablo II fue el amigo de los jóvenes (Sus últimas palabras fueron dirigidas a ellos: “Os he buscado. Habéis venido. Y os doy las gracias”). A lo largo de su vida les dio respuestas claras, pero también les formuló numerosas preguntas. He aquí algunas de estas, tomadas de sus discursos:

  • Y para vosotros, ¿cuál será vuestra alegría? ¿Quién ha dicho que la juventud de hoy ha perdido el sentido de los valores? ¿Es verdad que no se puede contar con ella?
  • ¿Cuál es el puesto que tenemos ahora, en cuanto jóvenes? ¿Cómo negar que hay en el mundo moderno muchas amenazas y peligros que los jóvenes advierten con mayor lucidez e inmediación como por instinto?
  • ¿Cómo desentenderse del interrogante crucial de nuestros días acerca del sentido general de la vida hoy: a dónde va el mundo? ¿A dónde llegará el progreso técnico científico con los innegables peligros que comporta? ¿Y cómo excluir la locura que lo trastorna todo en un conflicto nuclear? ¿Y qué os corresponde a vosotros, queridos jóvenes?
  • ¿Quién es para vosotros Jesús? ¿Es sólo un hombre, un gran hombre, un reformador social? ¿Es sólo un profeta mal comprendido entre los suyos, contestando en su tiempo, y, por eso, condenado a muerte? ¿O no es, más bien, el «Hijo del Hombre», esto es, el hombre por excelencia, que en la realidad de la carne asume y resume las vicisitudes, y tribulaciones de los hombres y sus hermanos, y a la vez como «Hijo de Dios», las rescata y redime todas?
  • ¿Cómo ha de ser el hombre? ¿Qué tipo de hombre vale la pena ser? ¿Quién he de ser yo, para llevar de un contenido justo esta humanidad que se me ha dado?
  • ¿Qué espera, pues, Cristo de ti?

 

Opciones ante la realidad religiosa

Todos los creyentes, jóvenes y no jóvenes (como el mismo papado [ver la página 4]), tendremos que dar respuesta a estas preguntas y a otras muchas en estos tiempos de supermercado espiritual. En ese sentido es sugerente el artículo de la página siguiente. Reproducimos aquí su final.

Ante la situación ahí reflejada, según Ferrán Saéz, ¿cuáles son las opciones que nos quedan? Parece que muchas. Lo apunta el mismo autor:

  • “Algunas opciones son maximalistas y más o menos impracticables: volver colectivamente a la religión, pero con todas y cada una de sus consecuencias; o bien abandonarla radicalmente.
  • Otras parecen más sensatas: por ejemplo, hacer de la laicidad un marco abierto y plural, en el que tenga cabida armónica el sentimiento religioso experimentado por tantas personas.
  • Otras son directamente una apuesta por la confusión: véase la fantasía pijo-progrefashion del Ayuntamiento de Barcelona al intentar transformar la pasada Navidad en una especie de epílogo del fallido Fòrum 2004.
  • Otras, finalmente, prefieren ir directamente a la raíz del asunto, que es quizás de lo que se trata.”

En este sentido, resalta el contenido del libro de Michel Lacroix El culto a la emoción, que lleva por subtítulo Atrapados en un mundo de emociones sin sentimiento. En él se aportan diagnósticos dignos de ser anotados en relación al tema que estamos tratando:

  • “Primero: las cada vez más frecuentes movilizaciones emocionales -desde la muerte de lady Di hasta la celebración de una victoria deportiva- sólo son una respuesta agónica a sentimentos colectivos de disgregación y de desorientación, que hallan por fin algo en común, aunque a menudo sea trivial, absurdo o extemporáneo. Una especie de falso relleno contra el Gran Vacío posmodermo, disponible a granel en los desolados parques temáticos de lo irracional.
  • Segundo: la pulsión hacia lo espiritual no es compatible con la reticencia a admirar (en el hondo sentido heideggeriano del término).”

Y termina: “Mientras, atónitos, mantengamos esa obnubilación por las chucherías y los sucedáneos del supermercado espiritual, seremos incapaces de admirar, e incluso de mirar, lo que nos rodea.”

Preguntas, opciones ante lo religioso, nuevos retos… ¿Que podemos hacer nosotros?

Cuaderno Joven

 

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